Ah, que la afinación!

La Manta y La Raya # 8 / septiembre 2018 ___________________________________________________________________________

Mi primera jarana fue una primerita que le regalo a mi padre un anciano de apellido Toga quien a sus más de ochenta años había dejado de tocar y la tenía arrumbada, de eso ya pasaron cincuenta años.

Me gustaba la música pero no sabía tocar ni había donde aprender por aquellos años. En ese tiempo se hacían huapangos en los barrios y velorios, lo que permitía disfrutar de la música en el silencio de la noche. Escuchar la alegría de las jaranas y el repiquetear de la tarima era el arrullo de muchas personas y la desesperación de otras.

Al pretender afinar esa jaranita sin saber, hizo que se reventaran las cuerdas que ya estaban gastadas y viejas. Conseguí hilo y se lo lleve a un señor para que se los pusiera porque había que amarrarlas en el puente. Se las colocó, la afinó y se puso a tocar. Sonaba muy bonito la jarana en manos del señor.

Días después me acerque a un velorio y se la di a un señor para que la afinara y me dijo:

-Cámbiale las cuerdas muchacho, está mal encordada, ponle en los bordones hilo más grueso para que suene bien.

Le hice caso, le cambie los bordones y se la lleve a otro señor para que me la afinara, pero me dijo:

-¿Quién te la encordó muchacho?, esta mal encordada y no te dará los tonos, déjala te la voy a encordar y la vienes a recoger mañana.

Así fue que la deje y al otro día al irla a recoger el señor la estaba tocando, sonaba muy bien. Tiempo después, feliz con mi jarana me acerque a un velorio y la di para que la afinaran, mi sorpresa fue que me dijo el señor al que se la di:

-Primero hay que arreglar las cuerdas porque están mal colocadas.

A este punto ya no entendía que pasaba, lo que para uno estaba bien para el otro estaba mal. Entonces me acerque a un anciano para que me explicara donde estaba lo malo y quien tenía la razón. El anciano con toda la paciencia del mundo me dijo:

-Mira hijo, contaban los mayores que hace muchos años, en aquellos tiempos de los arrieros ellos traían las cuerdas de tripa de la parte de Puebla y Michoacán, los músicos las compraban por docenas o por gruesas ya que no llegaban seguido al pueblo, todas eran de un mismo grueso por lo que una jarana tenía todas las cuerdas iguales. Esas cuerdas había que untarles aceite para que las cucarachas no se las comiera, costaban dos centavos la docena y solo servían para dos o tres tocadas porque se gastaban y se reventaban, así que cada músico cargaba su rollo de cuerdas en la bolsa del pantalón.

Por esos tiempos se ponían tonos bajitos para que la cuerda aguantara el tirón y combinando las diferentes posturas se hacían sonar los instrumentos, entonces el cantador tenía que gritarle más fuerte al canto.

Esta forma de tocar muy pausado y cantar muy alto por el tono de los instrumentos se le llamo tono abajeño.

Después apareció la cuerda llamada romana que era parecida a las cuerdas de seda, estas cuerdas se desparpajaban, después de algunas tocadas ya no servían y había que cambiarlas. Finalmente aparecieron las cuerdas de nylon que tienen un sonido chillón paro aguanta más, ésas cuerdas si vienen de diferentes grueso y ahora muchos músicos las combinan. Los señores que te afinaron la jarana con anterioridad cada uno está acostumbrado a posturas diferentes, si la afinas por media bandola el bordón de abajo no se usa, va suelto y se sigue conservando la prima pero si la afinas por chinalteco entonces el bordón de arriba es el que no se usa y la prima se pone en el sobre bordón y así cada postura tiene su gracia.

Fue así como entendí porque cada músico de rancho tiene sus formas muy particulares de encordar y de afinar su instrumento.


                                                                                              

Revista # 8 en formato PDF (v.8.1.3):

 

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