El baile de tarima

La Manta y La Raya # 12                                                             marzo 2021 ________________________________________________________________________

El baile de tarima

Andrés Moreno Nájera

Deborah Small

 

La transmisión de los saberes del son jarocho y su ejecución en la tarima se ha dado siempre, así lo marca la historia de cada comunidad. A través del tiempo se han formado buenos músicos y bailadores, la tradición oral así nos lo hace saber. Este hecho ha sido relevante en la conservación de las costumbres y tradiciones, patrimonio cultural de nuestros pueblos.

La mayor parte de las personas que viven donde aún están manifiestas estas expresiones culturales, aprenden por la observancia e imitación del baile en los huapangos, otras aprenden por la transmisión de saberes en el núcleo familiar, pero hay quienes acuden a las academias o talleres para aprender la música y el baile.

Hoy como ayer, hay muchos jóvenes que desean divertirse en la fiesta del huapango por su peculiar forma de convivir, de encontrar afinidad en gustos y placeres o de olvidarse por un momento del rutinario mundo del trabajo.

En aquellos tiempos el baile era asentado, marcadito y dibujado en la tarima confundiéndose el bordoneo de la guitarra con el golpe de los botines del bailador, la música no era abreviada lo que permitía hacer todo tipo de suerte en la tarima entre los bailadores que subían a la tarima con el afán de impresionar a los presentes. 

En el baile del borracho había mujeres que se ponían una botella de cerveza colosal o de ron Urquiola (el del viejito anchado) en la cabeza, guardando el equilibrio en el bamboleo del baile, había quienes disfrutaban bailando de rodillas al ritmo del zapateado, o los que recogían monedas o billetes de un peso o de cinco pesos con la frente que les arrojaban en la tarima.

Don Francisco Maldonado fue un diestro bailador en cuyo entorno se crearon leyendas como el de creer que los chaneques subían hasta el patio de su casa a enseñarle algunos secretos del baile, una de sus grandes habilidades era la de amarrar la banda con los pies en el son de la bamba.

Una de las primeras academias de enseñanza del huapango tradicional en nuestro pueblo la impulso por finales de los años cincuenta y principios de los sesenta una virtuosa jovencita, diestra en el baile de tarima, Flora Marina Turrent Fernández, hija de don Eugenio “Cheno” Turrent Rosas, quien al ver la inquietud de su hija mando a tumbar dos árboles de súchil y a lomo de bestia acarrearon las tablas para hacer en el jardín de la casa el entarimado, su gusto por el baile tradicional la llevo a incursionar en otras expresiones dancísticas del folclor nacional e internacional impulsando en la ciudad de México el Ballet Folclórico Ahuiyani.

Otro de los diestros bailadores fue Tirso “Ticho” Bustamante a quien buscaban los jóvenes y señoritas de los años sesenta-setenta para que les enseñara a bailar y ahí en el corredor de su casa en el barrio de San Pedro se ponía a enseñar, hasta ahí llegaban familiares, amigos y conocidos que llevaban el gusto de aprender a bailar.

Abundio Aparicio Cárdenas y su hermano Apolinar “Poli” acudían a los domicilios de las personas que querían aprender a zapatear, eran clases personalizadas con un estilo evolucionado. 

Cada uno de los bailadores de la época traía impreso el sello de la persona con quien habían aprendido y a su vez los instructores reproducían las formas y estilos difundidos en alguna película de la época. 

Otros bailadores con estilos propios más tradicionales fueron, el Negrito bailador del barrio de Campeche, Jacinto “Chinto” Medel del barrio de San Francisco, Primo Zamudio de estación Cuatotolapan pero asentado aquí en San Andrés, las Zúñiga de Morelos, las Mortera de San Pedro por mencionar a algunas, fueron personajes a seguir por sus estilos y formas de bailar.

 

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Un comentario en “El baile de tarima”

  1. Es de suma importancia rescatar esos saberes, que guarda celosamente la tradición oral, los cuales son ignorados por pensar de manera sesgada que el conocimiento, sólo se adquiere y se legítima en las aulas, y por desgracia se nos ha esfumado una gran riqueza cultural, que es producto de miles de experiencias, y paso de muchos años, que algún día nos pasará factura.

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