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Los otros relatos de la memoria social

Arcadio Hidalgo, El Buscapiés y el diablo

La Manta y La Raya # 1                                                                       febrero 2016


Arcadio Hidalgo, El Buscapiés y el diablo

“Cuando la gente quería protegerse del diablo
invocaba a San Miguelito, que era un santo que
le tiró un espadazo al diablo y le cortó la oreja.”
                                                                 Arcadio Hidalgo (1)

El diablo

Francisco García Ranz

 Artículo en formato PDF (v.1.1.5):

Tuve la oportunidad de convivir algunas tardes y noches con don Arcadio Hidalgo en la casa-taller del impresor Juan Pascoe, ubicada en Mixcoac en la ciudad de México. Recuerdo que los primeros encuentros con don Arcadio fueron en la sala de la casa grande, un poco en la penumbra (la iluminación en casa de Juan no era muy intensa), en donde además de platicar y tocar algunos sones, por lo general en compañía de Gilberto Gutiérrez o inclusive de Alfredo Gutiérrez o Lucas Hernández Bico, escuchábamos a don Arcadio que nos cautivaba con su voz, sus historias, su forma de expresarse,… en fin, don Arcadio; toda un personalidad notable, fuera de serie, de otro tiempo y de otro mundo. Fue en una de esas primeras veladas, a principios de 1981, que escuché a don Arcadio contar en persona la historia de “El Buscapiés y el diablo”. Esta historia (o cuento) que contaba don Arcadio, desconocida hasta entonces para “casi todos”, se comenzó a difundir a partir de la década de los años 80 y, me atrevo a decir, que llegó a ser muy conocida entre las huestes del incipiente movimiento jaranero.(2)

Así también el son jarocho El Buscapiés, uno de los sones de tarima caídos en desuso para finales de los años 70 (s. XX) se reincorpora       –en algunos lugares posiblemente nunca estuvo en desuso– en los años 80 al repertorio de sones de tarima como uno de los sones más fuertes y particulares del mismo.

UN SON PARA LLAMAR AL DIABLO
Sobre la historia de “El Buscapiés y el diablo” existen documentadas, tres diferentes versiones contadas por el mismo Arcadio Hidalgo. Las narraciones (o testimonios) se recogieron, la más reciente en 1983, un año antes de la muerte de don Arcadio, mientras que la versión de Radio Educación, cuatro años antes, corresponde con lo que podríamos llamar el descubrimiento de Arcadio Hidalgo.

En 1979 Radio Educación graba y trasmite una entrevista con don Arcadio Hidalgo y Antonio García de León, de poca más de una hora. El programa fue realizado por Felipe Oropeza y en éste don Arcadio ante los micrófonos de la radio cuenta la famosa historia. La entre-vista tuvo cierta difusión a través de las frecuencias de Radio Edu-cación y sus repetidoras y por muchos años, ésta se incluyó oca-sionalmente en la programación de esta radiodifusora.

Por otra parte, a partir de la publicación de la 2ª edición del libro La Mona en 1985, se difunden la serie de entrevistas realizadas por Guillermo Ramos Arizpe bajo el título Don Arcadio Hidalgo, el jaranero,(3) publicadas originalmente en 1982 pero muy poco conocidas; así como la nota periodística y breve entrevista de don Arcadio que recoge Alain Derbez en Saltabarranca, Veracruz, publicada en 1983 con el título El fandango en Veracruz.(4) En ambos documentos se reporta la historia de “El Buscapiés y el diablo”.

– VERSIÓN RADIO EDUCACIÓN, 1979. Programa radiofónico en vivo de 70 minutos de duración con Arcadio Hidalgo y Antonio García de León.(5) Después de interpretar el son de El Buscapiés, don Arcadio continúa diciendo ante los micrófonos:

“Le voy a decir una cosa ¿no?… yo nunca quise cantar El Buscapiés…
Porque en El Buscapiés –cantando precisamente por aquí por San Juan de Los Reyes, Saltabarranca, en los 5 de Mayo, que eran todavía rancherías de nosotros… pobres ¿no?–, estábamos en un huapango tocando El Zapateado (sic) cuando salió un hombre de repente bailando… pero bien ¿no?… y nos quedamos mirando y vamos a ver que le vimos los pies que eran pie de gallo!
Y empezaron: ¡que el diablo, y el diablo y el diablo!… y que el diablo salió corriendo y que se tira un pedo y nos dejó todito asustados de azufre… nos dejó borracho allí aquella peste de puro azufre… y por eso, ese son yo lo toco aquí pero no me gusta porque ese… luego, luego viene el diablo aquí… y se mete a estar zapateando también.”

Aquí don Arcadio (suponemos que por los nervios) se equivoca y menciona el son de El Zapateado en lugar de El Buscapiés.

– VERSIÓN G. RAMOS ARIZPE, 1982, 1985.
Del texto Don Arcadio Hidalgo, el jaranero, extraemos estos frag-mentos.

Un poco antes y como preludio a la historia, don Arcadio menciona a una tal Luisa Ortiz, a quién describe así:

“Había una mujer que se llamaba Luisa Ortiz, que cantaba bonito y nadie le ganaba para el verso a lo divino…”.

Más adelante comienza con el relato:

“También se tocaba un son llamado El Buscapiés, que no me gusta mucho porque es para llamar al diablo. Tendría unos quince años cuando fuimos a un huapanguito; todo el mundo estaba bailando cuando unas mujeres gritan: “¡Ay, Virgen Santísima! ¡Dios mío, el diablo!” Y es que había salido a bailar un hombre de una manera divina. Entonces a Luisa Ortiz se le vino a la cabeza cantar:

Ave María, Ave, Ave
de tan alta berangía,
Ave María, Dios te salve,
Dios te salve María.

Cuando dijo eso Luisa, el diablo se echó un pedo de puro azufre, dejó apestoso allí y se acabó la fiesta.”

– VERSIÓN A. DERBEZ, 1983, 1985.
De la nota periodística El fandango en Veracruz.

Cuenta don Arcadio:
Fue aquí en Saltabarranca, donde hace muchos años se hizo aquel fandango, en donde: “se apareció un catrín vestido muy decentemente y se puso a bailar como un verdadero chingonazo. Nadie de por acá lo conocía, pero bailaba así de bonito. Fue en el momento que tocábamos el son El Buscapiés; él estaba danzando con una señora y yo me fijé: tenía un pie de cristiano y una pata de gallo. Por eso bailaba tan bien el cabrón, ¡si era el diablo! Inmediatamente nos pusimos a echarle versos a lo divino para espantarlo y yo improvisé estas décimas:

Si acaso quieres saber
quién es aquí cantador,
sabrás que aunque soy el peor,
solo a ti me he de oponer
porque he llegado a saber
que de once cielos que ha habido,
ninguno los ha medido
por división a esta parte
y yo por no avergonzarte,
señores, me había dormido.”

Arcadio continúa riendo y recordando al demonio, “echando madres” ante los sagrados versos, y concluye:

“Dejó bien jediondo a azufre y salió volando; nosotros nos quedamos en el fandango; tampoco era cosa de acabarlo.”

VARIACIONES SOBRE UN TEMA CONOCIDO
Queda aquí una muestra de la gran flexibilidad con que don Arcadio manejaba esta historia. La concordancia o paralelismo de las diferentes versiones se pueden resumir así:

1. El diablo aparece, desde luego como alguien desconocido “… un catrín vestido muy decentemente”, en un huapango o huapan-guito; en dos de los relatos, justo cuando se estaba tocando el son del Buscapiés.
2. En las tres versiones el diablo baila muy bien “…había salido a bailar un hombre de una manera divina”, “un verdadero chingonazo”. De hecho esta cualidad es una prueba más que se trata del mismo diablo: “Por eso bailaba tan bien el cabrón, ¡si era el diablo!
3. En todos los casos se descubre su identidad cuando está bailando El Buscapiés; en dos de las narraciones por su pata o pie de gallo.
4. En todas las versiones, el diablo antes de desaparece –o salir volando– se echa un pedo maloliente de “puro azufre” y apestoso que logra, en dos de las versiones, acabar con la fiesta.
5. En las tres historias, don Arcadio estaba presente, esto es, fue testigo presencial del suceso.

En dos versiones, los versos a lo divino que alguien canta –Arcadio o Luisa Ortiz– son los que ahuyentan al diablo. En una de las historias, don Arcadio sitúa el evento “… por aquí por San Juan de Los Reyes, Saltabarranca, en los 5 de Mayo…”, en otra, precisamente en Saltabarranca, ésto es, en el mismo lugar donde se llevó a cabo la entrevista de Alain Derbez. En la versión de Ramos Arizpe, Arcadio Hidalgo dice tener 15 años de edad cuando presenció el incidente; esto ubicaría la historia en la primera década del siglo XX (en 1908; Arcadio nace, de acuerdo con sus biógrafos el 12 enero de 1893).

LA ADVERTENCIA  (O MORALEJA)
Con estas narraciones, Arcadio Hidalgo no solamente nos está compartiendo una anécdota, sino esta planteando un problema y también la forma de solucionarlo. De estos relatos se deriva, de manera implícita o explícita, que El Buscapiés, entre todos los sones de tarima de pareja, es el son que le gustó al diablo para zapatear en aquel fandango y también se pueda deducir que este es uno de los sones favoritos del diablo, sino es que su favorito. De ahí la idea de que cuando se toca El Buscapiés se está incitando al diablo para que aparezca (“yo nunca quise cantar El Buscapiés…”).

La advertencia es clara. El remedio para alejar al maligno está indi-cado en las dos variantes de la historia: cantar versos a lo divino; una costumbre en él, y desde luego la solución al problema: si se presenta el diablo, cantando versos a lo divino podemos ahuyentarlo.

Un aspecto tan interesante de la personalidad de Arcadio Hidalgo y que puede explicarnos muchas cosas, ha sido tratado por Juan Pascoe en su libro La Mona.(7)  Así dice Pascoe de don Arcadio:

“En ningún momento era aburrido escucharlo: era talentoso para relatar, para retratar a la gente, para hilar hechos, para rematar con exactitud, con chiste, con hilaridad: cuando repetía alguna historia, le agregaba cambios –o inventos– apropiados para el nuevo momento. Era un improvisador en el habla del mismo modo que lo era en el canto: cada vez que cantaba de nuevo cualquier son, por conocido que fuera, lo hacia de otra manera. Al parecer no tenía ningún patrón para las tonadas de El Balajú, El Siquisirí, La Tuza, sones que conocíamos “bien”, ni para otros que nunca habíamos escuchado: Los Juiles, Las Poblanas, El Camotal. Era, en fin, un artista, no un historiador: era confiable como “transmisor de la tradición” solamente hasta cierto grado. Pero el trasfondo era auténtico y no cabía duda que era divertido.”

Existen evidencias de que esta historia la contaba don Arcadio por lo menos desde los años 60. La única versión o versiones conocidas de esta historia son las que contaba Arcadio Hidalgo, y no conocimos, sino hasta poco tiempo, ninguna otra historia semejante. Era inevitable preguntarnos si acaso el mismo Arcadio había inventado esa historia o tal vez la había escuchado de algún vaquero de las zonas ganaderas, posiblemente más afromestizas, por los que éste se movía: Nopalapan, San Juan Evangelista, Saltabarranca, …

Sin embargo, una historia muy parecida es la que recoge Benito Cortés Pádua y publicada por la revista Son del Sur en 1996 con el título Jovina y el diablo.(8) En este caso se trata del testimonio de la Sra. Paulina Jáuregui Mor, de Chinameca, quién presenció el suceso al que se refiere. La información es puntual y trato aquí de resumir: el fandango donde se presentó el diablo se realizó en la salida de Chinameca y ocurrió en los años 50 del siglo pasado. En este testi-monio, el diablo, un desconocido, guapo, vestido elegantemente, llega en un caballo blanco. El hombre se apea del caballo, llega hasta donde los músicos estaban jaraneando y se va derecho a la tarima para subirse a bailar La Bamba, precisamente con Jovina (a quién se describe como una mera bailadora de huapango). Sobre el descono-cido no se menciona qué tan bien bailaba, sin embargo se descubre que al brincar durante el zapateado, las espuelas que llevaba pues-tas brillaban. Una vez que terminó de bailar con Jovina, el desconocido se acercó con Chico Güero (cuñado de la Sra. Paulina) y le pre-guntó qué le estaba dando de tomar a las bailadoras, a lo que Chico Güero respondió: –Vino y refrescos. El desconocido sacó una bolsa de dinero, pagó los refrescos y el vino y así como llegó, se fue.

En este caso el desconocido es identificado con el diablo después de que desaparece misteriosamente. No es sino hasta que una de las mujeres mayores, la Sra. Andrea, extrañada pregunta en voz alta a un grupo de mujeres ahí reunidas: –¿Qué no se fijaron en ese hombre? A lo que un chamaco de los que estaban escuchando responde: –Tenía una pata de gallo!

EL MOVIMIENTO JARANERO, EL BUSCAPIÉS Y EL DIABLO
Nos convertimos en transmisores de esta fascinante historia, la cual no podíamos ubicar realmente ni en el tiempo ni en la geografía sotaventina: ¿de un pasado lejano? ¿qué tan lejano? Simplemente queríamos creer en ella y la contamos –y cantamos versos a lo divino– cada vez que tocábamos El Buscapiés. Muchas más coplas (ad hoc) se han compuesto desde entonces.

Una versión reciente y ampliada de la historia es la que escribió José Ángel Gutiérrez Vázquez titulada “El Buscapiés”; quién ubica la historia en El Ventorrillo, un pueblo cercano a Tres Zapotes e incluye a personajes y músicos locales que vivieron en la primera mitad del siglo XX en esa zona.

Otra gran historias es la de “La vaca ligera y la mujer sin piel”, a la que hace referencia don Arcadio Hidalgo en El Toro Zacamandú grabado en San Juan Evangelista por Arturo Warman en 1969.(9) Estas historias, junto con las creencias en chaneques y otros seres sobrenaturales formaron y nutrieron nuestro imaginario; nos conectaron con ese mundo mágico, misterioso, inclusive peligroso, en los que han estado inscritos los fandangos y los sones jarochos.

CON RESPECTO A EL BUSCAPIÉS
Se trata de un son de pareja sin estribillo con un patrón rítmico-armónico compuesto por 4 compases de 6/8 (–3/4) y secuencia armónica I-IV-V7 (primera, tercera, segunda). En la región del Sota-vento, se pueden diferenciar dos formas o maneras de interpretarse este son: atravesada y cuadrada.(10)  La primera es más común en los ámbitos rurales (principalmente de las regiones de Tlacotalpan, Cosamaloapan, Hueyapan de Ocampo,…) mientras que la forma cuadrada se ha identificado con mayor frecuencia en poblados como Alvarado, Santiago Tuxtla e inclusive en otros del Sur de Veracruz.

Dentro del repertorio tradicional, El Buscapiés (atravesado) junto con El Toro Zacamandú, poseen características rítmico-armónicas singulares, que no comparten con el resto del repertorio. Formas musicales más complejas y asociadas, hoy en día por algunos etnomusicólogos con elementos musicales de raíz afromestiza.

Antonio García de León, en su libro Fandango,(11) nos dice:

“El Buscapiés, sigue teniendo múltiples vinculaciones con la magia amorosa, con el diablo en su forma colonial e, incluso, con algunos personajes de los mitos indígenas y mestizos del litoral, como los rayos, los hombres y mujeres que se transforman en meteoros y centellas, las águilas del norte.”

Muchas de estas creencias han estado claramente asentadas en el Sur de Veracruz. Don Arcadio cantaba varias coplas que hablaban de relámpagos cuando interpretaba El Buscapiés:

Soy relámpago del norte
que alumbra por los potrero.
Como a ti no se te acorte,
yo soy aquel que te quiero,
y cargo mi pasaporte
dado por el juez primero.

José Aguirre Vera (Bizcola) del conjunto Tlacotalpan, cantaba esta copla en El Buscapiés:(12)

Negrita no te me acortes
Y oye bien lo que te digo;
que como tu bien te portes,
y si te vienes conmigo:
ni las águilas del norte
van a poder dar contigo.

En este caso la copla, ha sido modificada con respecto a la copla: …/ y las águilas del norte / van a gobernar contigo./, citada por García de León en su libro Fandango.

Por otra parte, en otras regiones de la Cuenca baja del Papaloapan, por ejemplo de Tlacotalpan o de Cosamaloapan, El Buscapiés no está directamente asociado con el diablo y los temas de su versada (en forma de cuartetas, sextetas o inclusive décimas) gira alrededor de temas campiranos, amorosos o inclusive picarescos.

UNA ANÉCDOTA CORRELATIVA
Hace algunos años en un lugar del estado de Morelos, de cuyo nom-bre no quiero acordar, escuchaba a un tallerista impartir una clase de son jarocho. En algún momento de la clase dijo éste: “Ahora vamos a tocar El Buscapiés que es un son para ahuyentar al diablo.” (sic). Intervine y trate de aclararle que la creencia era que El Buscapiés atraía al diablo, no lo ahuyentaba, y que debían cantarse, en todo caso, versos a lo divino para mantenerlo alejado. Le dije que esa historia la contaba Arcadio Hidalgo. Para darle mayor contundencia a mi intervención, añadí que esa historia la había oído de boca del mismísimo Arcadio. Desde luego aquello no fue un argumento de peso para el joven tallerista, quien ignoró por completo mis comentarios y prosiguió su cátedra diciendo que la creencia –a la manera que éste la contaba– estaba muy extendida en el Sur de Veracruz. Después empezó a hablar de la iglesia católica, responsable de que creyéramos en el diablo ya que los indios y los negros no creían originalmente en ningún diablo, para así proseguir hablando de Florentino y el diablo, una leyenda del folclor venezolano y no recuerdo qué tantas cosas más.

Me quedé con la sospecha de que ese o esa joven tallerista no tenía muy bien ubicado a Arcadio Hidalgo… ni tampoco, la más remota idea de las historias que el viejo contaba.

NOTAS y REFERENCIAS                                                                                                                        (1) Ramos Arizpe, G. (1985, 1982). “Don Arcadio Hidalgo”, el jaranero, en La versada de Arcadio Hidalgo, pp. 89-121, 2ª ed. aumentada, FCE, México, 1985. Apareció por 1ª vez en 1982 en el Boletín del Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro Cárdenas, Jiquilpan, Michoacán.                                (2) Fue sin embargo, a través de los círculos arcadianos que la historia se difundió rápidamente entre los músicos, principalmente urbanos, intelectuales, etc.
(3) Ramos Arizpe, G. (1985, 1982), op. cit.
(4) Nota aparecida en el periódico unomásuno, el 19 de junio de 1983; esta misma nota está incluida en La versada de Arcadio Hidalgo, 2ª ed. (pp. 143-145), op. cit.
(5) El programa radiofónico se puede escuchar en la Fonoteca Nacional (Coyoacán, Ciudad de México) o directamente por internet http://www.lamantaylaraya.org/?p=375 .
(6) Una texto excelente que retrata profundamente las múltiples facetas de la personalidad de Arcadio Hidalgo es “El Mono Negro” de Alfonso D’Aquino, incluido en Monogramas, 2ªed. 2004, Universidad Veracruzana.
(7) Revista Son del Sur, No. 7, 1998, p. 42. (http://www.loscojolites.com/revista-son-del-sur/)
(8) La historia se puede consultar en: http://www.culturatradicional.org/guatime/cuentos1.htm .
(9) Sones de Veracruz, 1969. Serie Testimonios Musicales, No. 6, Fonoteca INAH, 1ª ed., grab. Arturo Warman.
(10) Si el patrón de este son está compuesto por 24 negras (= 4 compases x 6 negras), entonces las secuencias armónicas correspondientes se pueden establecer como:
                                I(12) – IV(6) – V7(6)    “cuadrada”
                                I(12) – IV(8) – V7(4)    “atravesada”                                                         El número de negras correspondiente a cada acorde se indica entre paréntesis. En la forma “atravesada”, el acorde de tercera (IV) a partir del 3º compás se alarga hasta la segunda negra del 4º compás. A pesar de que algunas de las líneas melódicas utilizadas para interpretar el son, marcan un paso por la dominante auxiliar: I –(I7)–IVV7, el acompañamiento de jarana tradicional, en los ámbitos rurales, no utiliza dicho acorde.
(11) García de León, A., 2006. Fandango, El ritual del mundo jarocho a través de los siglos. Programa de Desarrollo Cultural del Sotavento, CONACULTA, IVEC. pp. 26.
(12) Música Veracruzana, Conjunto Tlacotalpan, 1980. Disco L.P. de la colección Voz Viva de México, Serie Folclor, UNAM.

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Radio Educación en Tlacotalpan

La Manta y La Raya # 1                                                                             febrero 2016


Radio Educación en Tlacotalpan (1)

tlacotalpan1931

Graciela Ramírez Romero

Artículo completo en formato PDF (v.1.1.5):

Radio Educación, emisora cultural de la Secretaría de Educación Pública, se distinguió a mediados de los años setenta por transmitir música latinoamericana y mexicana que ninguna otra estación tenía incluida en su programación. La migración de latinoamericanos a nuestro país, como resultado de las dictaduras militares, trajo consigo una oleada cultural de música de protesta y música folclórica que reivindicaba el derecho de los pueblos y motivó el interés de los antropólogos por investigar a las comunidades rurales e indígenas. Esto se vio reflejado en programas institucionales que daban salida a estas expresiones a través del INBA, las casas de cultura regionales fomentaban la tradición; el INAH auspiciaba investigaciones y graba-ciones de campo de música regional; Radio Educación y Radio Univer-sidad incluían en su programación música mexicana tradicional.

En este contexto, el llamado movimiento jaranero o el fenómeno de resurgimiento del son jarocho de finales del siglo XX, tiene un punto de partida en el disco “Sones Jarochos”, editado por el INAH a finales de 1976, en donde Arcadio Hidalgo y Antonio García de León presen-tan un Fandanguito que habla de la opresión e injusticia hacia los campesinos.(2) Esta pieza, entre otras, formó parte de la programación habitual de Radio Educación desde dos años antes de que se iniciara el Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan.

Es a finales de 1978 cuando Radio Educación visitó por primera vez la ciudad de Tlacotalpan, con la intención de grabar un homenaje a Agustín Lara organizado por la Casa de la Cultura de ese lugar. A invitación del “Negro” Ojeda, quien participó en la presentación junto con el coro de la Casa de la Cultura y el Conjunto Tlacotalpan, entre otros, Radio Educación tuvo contacto con gente interesada en la pre-servación del son jarocho, como el Arq. Humberto Aguirre Tinoco, director de la Casa de la Cultura durante una larga época. Al mencio-narse que el son estaba siendo relegado y desplazado por la música moderna y que ese lugar era punto de reunión de músicos jarochos durante la fiesta de la Candelaria, se ideó regresar al año siguiente para transmitir por radio un concurso de jaraneros, con el objeto de promover y difundir este género musical.(3)

Los primeros días de febrero de 1979, durante la fiesta de La Cande-laria, se realizó el Primer Concurso Nacional de Jaraneros en el que participaron, entre otros, el Conjunto Tlacotalpan, Antonio García de León y Andrés Alfonso. La organización corrió a cargo de la Casa de la Cultura de Tlacotalpan que gestionó apoyos del municipio de Tlaco-talpan, del INBA y del gobierno del estado de Veracruz. El concurso se transmitió en vivo por Radio Educación.

Aunque el resultado no fue el esperado, el interés continuó y al año siguiente se organizó el Segundo Concurso Nacional de Jaraneros, con el apoyo de las mismas instituciones, además de Fonapas. Por su parte, Radio Educación invitó al INAH y a Culturas Populares a parti-cipar con especialistas que fungieran como jurado. Asistieron Thomas Stanford, Irene Vázquez, Eraclio Zepeda, El “Negro Ojeda” y Antonio Cepeda. Se logró una mejor organización y difusión por medio de vo-lantes, mantas, voceo local y promocionales de radio. Participaron 38 músicos jarochos, lo cual significó un aumento de casi cien por ciento respecto al año anterior. Con los apoyos obtenidos se otorgaron 50 mil pesos a los tres primeros lugares. Nuevamente se transmitió en vivo por Radio Educación.

El siguiente año, 1981, hubo algunos cambios. Considerando la in-conformidad suscitada los años anteriores entre los músicos por la calificación del jurado, se pensó darle un giro al evento, haciendo en lugar de concurso, un Encuentro de Jaraneros, en donde el presu-puesto disponible para los premios se repartiera equitativamente entre todos los músicos a manera de estímulo y apoyo. De esta forma se reconocía lo inadecuado de que los “especialistas” tuvieran que elegir entre los representantes de diferentes regiones, cada cual con su estilo característico e igualmente valioso. Esta nueva modalidad fue bien aceptada por los músicos, que ya sin presiones, tuvieron un clima más propicio para el intercambio de versos y sones. Otro de los cambios consistió en pasar el encuentro de la Plaza Zaragoza, donde competía con el ruido de la feria, a la Plaza de Doña Marta, en donde se encontró un mejor ambiente para su desarrollo.

En la organización del Tercer Encuentro Nacional de Jaraneros y los años siguientes, participaron coordinadamente Humberto Aguirre Tinoco por la Casa de la Cultura de Tlacotalpan y Felipe Oropeza, originario de Jáltipan, Veracruz, por Radio Educación. Se buscó me-jorar las condiciones de organización del Encuentro, se gestionaron recursos con más instituciones, se dio mayor importancia a la promo-ción previa, reforzando con anuncios en las radiodifusoras privadas de la región y buscando personalmente a jaraneros prestigiados que viviendo en lugares apartados, no habían asistido aún al Encuentro. Fue necesario que personal de Radio Educación se desplazara desde dos semanas antes a Tlacotalpan para coordinar y ejecutar estas tareas, conjuntamente con la Casa de la Cultura.

A partir de 1981, Radio Educación consigue ampliar la cobertura de la transmisión con una cadena radiofónica que va creciendo y llega a incluir a emisoras culturales en todo el país e incluso a 8 estaciones comerciales del estado de Veracruz que aceptaron las condiciones de no comercializar el espacio. Participan en estos enlaces Radio Universidad Veracruzana, Radio Universidad de Baja California, Radio Universidad de Sinaloa, Radio Universidad de Tabasco, Radio Universidad de Guanajuato, Radio Universidad de Oaxaca, Radio Universidad de Yucatán, Radio Universidad Michoacana, Radio Universidad de San Luis Potosí, Radio Casa de la Cultura de Aguascalientes, Radio Sonora, Radio Mexiquense, Radio Chiapas de San Cristóbal de las Casas, Radiodifusora del Gobierno del Estado de Jalisco, Radio Aztlán de Tepic Nayarit. Además las radiodifusoras privadas: Radio Poza Rica, Radio Tuxpan, Radio La Voz de Orizaba, Radio Sensación, Radio Felicidad, Radio Eco 103, La Voz Amiga de Cosamaloapan, Radio Mina de Minatitlán. Además, durante estos años, Radio Educación realiza series de programas con reportajes y entrevistas sobre la fiesta de La Candelaria y otros aspectos de la cultura jarocha.

Son años de cosecha en los que el Encuentro de Jaraneros se da a conocer ampliamente logrando atraer al auditorio que va llegando cada vez en mayor proporción a la fiesta de La Candelaria de Tlacotal-pan en busca de los jaraneros. La asistencia de músicos jarochos también aumenta considerablemente y su repertorio se vuelve más variado, hay empeño en llegar con algo nuevo para mostrar, sones de rescate que habían caído en el olvido, sones nuevos y versos que de-mostraban el interés de algunos grupos por el estudio y la preserva-ción de este género musical. Soneros de todas las regiones se daban cita cada año para mostrar su estilo, su destreza, su ingenio. Se reunían los virtuosos y los aprendices, el campesino, el maestro, el pescador o el ranchero, a tocar en su propio estilo el son jarocho.

Después de 1985, hay un menor apoyo institucional para el Encuentro de Jaraneros. Por un lado, Radio Educación no puede continuar asumiendo el costo de los enlaces telefónicos, con lo que la cadena radial se reduce a 7 emisoras. En 1986 no se realiza el Encuentro debido al caos administrativo que vive la Ciudad de México a causa del los sismos y el desconcierto de algunas instancias locales. Ese año, en lugar de transmitir el encuentro como de costumbre, Radio Educación realiza una serie de reportajes sobre la fiesta de La Candelaria. Gracias al apoyo de los interesados el Encuentro se vuelve a hacer en 1987, aunque tiene que desarrollarse en un foro situado en la Plaza Zaragoza en medio de otras presentaciones, lo cual dificulta el desarrollo de la transmisión radiofónica. En 1988 se logra volver a la Plaza Doña Marta.

Para estos años el Encuentro de Jaraneros se ha consolidado dentro de la fiesta de La Candelaria. Tanto los músicos como el público acuden o sintonizan cada año el Encuentro de Jaraneros. Otros Encuentros surgen en diversas localidades del estado y cada vez más grupos comienzan a grabar discos y a realizar giras. En 1988 se editan los 3 primeros discos de la colección “Encuentro de Jaraneros”, discos de acetato de LP enfundados por separado y con un folleto diferente cada uno. La coproducción de los discos la hicieron Radio Educación, el IVEC y Discos Pentagrama. Cada uno de los músicos que intervi-nieron en las grabaciones recibió 9 discos y/o casetes por concepto de regalías adelantadas por interpretación. Otros dos discos de la colección salieron siete años después.

A principios del año 93, el grupo promotor propone la formación de una asociación o patronato que se hiciera cargo de la organización del Encuentro de Jaraneros, el cual fuera integrado de manera amplia, dando participación a los grupos, personas e instituciones intere-sadas. Se inician reuniones para la formación de Amigos del Son A.C. que aunque no se formaliza, logra involucrar a más personas de la localidad en la organización.

Para 1995 los cambios administrativos del nuevo gobierno y de las instancias culturales en el estado cambiaron las condiciones para Radio Educación, que fue conminada a bajarse del foro para ceder su lugar a una emisora comercial a la que las nuevas autoridades cultu-rales en el estado habían comprometido los derechos de la transmi-sión. A partir de ahí Radio Educación se retira del Encuentro durante cuatro años. La organización del Encuentro de Jaraneros queda a cargo del grupo Siquisirí.

En el año 2000 Radio Educación regresa a Tlacotalpan para transmitir nuevamente el Encuentro de Jaraneros, en vivo y en cadena con diez emisoras culturales que reciben su señal a través de Edusat, además de sus frecuencias en amplitud modulada (1060 khz), en onda corta (6185 khz) e Internet (www.radioeducacion.edu.mx).

Una nueva etapa vive el son jarocho. Los grupos han madurado y los jóvenes siguen incorporándose a este genero musical con sus pro-puestas novedosas pero firmemente enraizadas en la tradición sonera. Hoy se habla de un movimiento jaranero y del resurgimiento del son jarocho, el son no es ya el mismo que cuando esto empezó, hace 23 años.

En la memoria sonora de su acervo, Radio Educación guarda la histo-ria de 19 años del Encuentro de Jaraneros, cientos de cintas que son testimonio del desarrollo reciente del son jarocho, material para investigación de múltiples líneas de una rica tradición cultural. La responsabilidad de su conservación compete a esta emisora, que resguarda las grabaciones en bóvedas especiales para su mejor preservación. Radio Educación, como parte de esta historia, tiene un compromiso con los jaraneros y decimistas en la difusión de este proceso cultural, del que es parte desde su fundación.

NOTAS                                                                                                                                    (1) Texto presentado en el Foro “25 años del Encuentro de Jara-neros de Tlacotalpan, Veracruz”, organizado por el Programa de Desarrollo Cultura del Sotavento y la Dirección de Vinculación Regional del CONACULTA. 1 y 2 de febrero, 2004.

(2) La primera edición en formato Disco L.P. es de 1969, Col. INAH SEP, Vol. 6 con el título Sones de Veracruz; en ese disco, El Fandanguito es interpretado por A. García de León como solista. (N. de Edit.)

(3) El lector encontrará en el número cero de esta revista un texto de Honorio Robledo y Javier Amaro (Reflexiones sobre el Encuen-tro de Jaraneros) que recupera la opinión del Arq. Humberto Aguirre Tinoco sobre el inicio del citado Encuentro. (N. de Edit.)


Revista # 1 en formato PDF (v.1.1.5):

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Reflexiones sobre el Encuentro de Jaraneros

La Manta y La Raya # 0                                                                                      octubre 2015


Arq. Humberto Aguirre Tinoco
Fundador del Encuentro de Jaraneros en Tlacotalpan y
gran impulsor del son jarocho

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Foto: Mariana Yampolsky

De una serie de entrevistas hechas por Honorio Robledo y                             Javier Amaro al Maestro Aguirre Tinoco.                                                                                                              

Artículo en formato PDF: 

Cuando yo era pequeño recuerdo el repiqueteo del son en la “duermevela”, mientras me iba quedando dormido resonaba la música que se tocaba en la plaza de armas y con ella me adormecía. Fui creciendo y mi vida estuvo siempre envuelta en la efervescencia del son. Con ello me impregné y es parte medular de mi existencia. El son, para mí, es un tónico que te nutre al escucharlo y el bailarlo te llena de vitalidad.

En mis recuerdos de infancia quedó intensamente grabado el primer fandango al que asistí con mi familia. Fuimos invitados par un sacerdote que iba a bendecir las propiedades que un ganadero había comprado por el Tesechoacán y nos fuimos en una lancha río arriba.

Acá, en Tlacotalpan, todo es claro; el llano es amplio, sin escon-drijos, y el río es ancho, pero remontar las aguas azulencas del Tesechoacán fue una prodigiosa experiencia a mis ojos de niño, pues el río se iba encajonando entre unos murallones. En aquellos tiempos los ríos tenían sus aguas con tonos verdes o azules, pues no había toda esa tala inclemente que provoca que las aguas bajen azolvadas, ni había contaminación. En las orillas del barranco crecían árboles altísimos, cuyas frondas se entreveraban en lo alto oscureciendo el trayecto, donde gritaban y correteaban los monos, los loros y las iguanas.

Ya ese viaje era una maravilla. Así llegamos al caserío, donde celebraron la misa en una explanada alta, para resguardarse de las crecidas. Yo era muy chico y me quedé dormido. Desperté al anochecer. Ya mucha de la gente se había regresado a Tlacotalpan, pero nosotros nos quedamos y ahí experimenté una de las cosas más bellas e impresionantes de mi vida, pues lo primero que escuché fue el retumbar de la tarima a lo lejos.

Hay un momento al anochecer al que le llaman “conticinio”; es un tiempo de oscuridad por ahí por la media noche, en donde en el campo se hace un silencio total; los animales y las bestias callan. Los bichos enmudecen; nada se mueve y hasta el viento deja de soplar. En ese momento es cuando el retumbar de la tarima llenaba la noche entera.

Yo me acerqué siguiendo la luz de las candilejas que iluminaban el fandango en una colina. Las candilejas eran una especie de tejas colocadas a buena altura, porque no había electricidad. Las candilejas, con esa luz amarillenta e inestable, iluminaban a los participantes del fandango. La mayoría eran cañeros y campesinos, pero estaban todos renegridos por la zafra, así que, a la luz de las candilejas, las facciones se convertían en algo tremendamente espectral, pero al mismo tiempo con una enorme vitalidad, entre ese juego de luces y sombras desvanecidas con la noche invadida de son jarocho. Las sombras devastadas de las fandangueras se proyectaban y se mezclaban en la pendiente de la colina, en un espectáculo silencioso, siempre cambiante. Yo permanecí extasiado durante horas, hasta que llegaron a buscarme pensando que me había perdido…

La tarima es el centro de la fiesta primordial… el fandango. Antiguamente le ponían debajo cascabeles y unos platillitos de metal, así que al taconeo los platillos vibraban y se estremecían, dándole unas sonoridades que ahora muy poca gente ha experimentado. Ya esa usanza se ha perdido o ya casi nadie la sabe.

En general los músicos empezaban a florear la tarima con los sones, calentándola, y entonces entraban las bailadoras experimentadas que, a veces, hasta eran pagadas para animar el fandango. Así, poco a poco, se iban incorporando las jóvenes, imitando pasos y las mudanzas de las mayores. En Tlacotalpan, el fandango era una fiesta popular, pues muy pocas señoritas de “buena familia” se incorporaban a los fandangos de los barrios, aunque, por supuesto, casi todas sabían bailar y versar. Para mí, desde mi experiencia y mi niñez en Tlacotalpan, el jarocho es la mezcla de los españoles con los africanos. De España vienen las guitarras y las formas de la danza. Los indígenas tenían otros rituales, estaban asentados en otras regiones, lejos; solamente aparecían para vender sus productos en las ferias. Para acá dominaba otra mezcla; la presencia europea y africana son las más acentuadas.

Plaza Doña Marta
Había un jardincito que cuidaba Doña Marta Tejedor. Era un jardín de traza muy antigua. Durante la etapa colonia se llamaba Plateros, ya después su nombre oficial fue Parque Matamoros. Esa señora lo cuidaba y se esmeraba en mantenerlo. La gente, correspondiendo a sus esfuerzos le dejó su nombre al parque: Doña Marta, sin hache, tal como viene en la Biblia.

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Foto: Valeria Prieto

En el año 1969, hubo una gran inundación en la cuenca del río Papaloapan. En Tlacotalpan el agua subió hasta metro y medio. Después de la inundación yo hice una campaña en México para recabar fondos para los damnificados: organicé Noches Jarochas, entre otros muchos eventos. Logré reunir $30,000.00 (treinta mil) pesos de aquella época, además de montones de víveres y ropa. Pero en eso salió una resolución presidencial que impedía y desalentaba todas las iniciativas sociales para ayudar a los damnificados. Claro, estaba muy fresco el 68 y no querían participación de las organizaciones populares ni de la sociedad civil. Pero, con todo era nuestro pueblo y eran nuestros paisanos: teníamos la obligación de ayudar.

Cuando yo llegué a Tlacotalpan con el dinero, todo el mundo me solicitaba esos fondos. Algunos ediles me pedían el dinero para hacer un drenaje en el campo de futbol, otros para poner las bancas en el campo de béisbol, puras obras para quedar bien, pero nada en verdad sustancial. Entonces, para que no me acusaran de robarme el dinero comencé los tratos con los dueños de la plazuela Doña Marta, (para entonces ya había alguien interesado en comprar el terreno para poner unas bodegas de muebles. ¡Fue un milagro que no se le haya vendido!). Y bueno, como estaba en desnivel, con la inundación la plaza quedó convertida en un chaquistal.

De la velocidad del son
Por ahí de 1968, por las calles de Puente de Alvarado había unas cantinas donde a veces llegaban a tocar grupos de son jarocho. Algunos de los músicos que ahí tocaban eran unos borrachales. Los sones los interpretaban con ese estilo rápido, alvaradeño. Reflexionando sobre ese estilo veloz y escuchando las viejas grabaciones llegué a la conclusión de que aquellas primeras versiones, hechas en los años veinte, alteraron la manera tradicional de interpretar el son jarocho. La música jarocha la empezaron a grabar en los Estados Unidos los tlalixcoyanos.

Yo encontré unos discos que pertenecieron a mi padre, grabados por ahí de 1920, se trata de esos discos pesados, de bakelita, que tienen la grabación de un solo lado. Al escucharlos me di cuenta de que ya comenzaba a sonar el estilo rápido; esa manera vertiginosa y preciosista de interpretar el son, que después se haría moda. Me parece que los aparatos de reproducción, las victrolas, “aceleraban” la manera de tocar. Yo creo que los grupos compraron esos discos y pensaron que ese estilo era un mejoramiento, un paso dentro de la evolución del son tradicional. Pero he llegado a pensar que no era por que así lo habían grabado, sino que, tanto las máquinas de grabar y los aparatos de reproducción, aceleraban la música, pues por todas estas regiones donde se tocaba el son lo hacían con un estilo bastante más reposado.

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Sigo creyendo que los grupos que escucharon esas grabaciones pensaron que esa velocidad era una evolución del son y continuaron con la tarea de acelerarlo, especialmente los grupos alvaradeños.

Sobre el Encuentro de Jaraneros
Fue en la Casa de la Cultura donde nació el Encuentro de jaraneros. El Negro Ojeda era un cantante muy reconocido desde la época de las peñas. Su madre es Tlacotalpeña, así que el doctor Ojeda llegaba con la familia cada vez que podía escaparse de la ciudad, por ello, desde siempre, “El Negro” fue un personaje aceptado.

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Foto: Bulmaro Bazaldua

En aquella época, yo dirigía la Casa de la Cultura de Tlacotalpan y en cierta ocasión me dijo el Negro que él tenía la posibilidad de traer gente de la Ciudad de México a grabar un programa sobre Agustín Lara, para trasmitirse en Radio Educación. Me pidió que yo reuniese en la tertulia a músicos y amantes de las canciones de Lara para evocar esa época nostálgica.En aquellos míticos años sólo había dos radios en Tlacotalpan, así que los radioescuchas y los músicos se iban a cualquiera de las dos casas para escuchar las canciones que Lara estaba estrenando en su programa. Al terminar la transmisión, los jóvenes se iban al parque y, entre todos, armonizaban las canciones que habían escuchado y se iban por el pueblo, ofreciendo serenatas.

En Tlacotalpan existía una tertulia que se encargaba de mantener esas reuniones en honor al “Flaco” Lara. Ya con la propuesta de Radio Educación yo me encargué de reunir a los músicos, a los poetas y a los declamadores e hicimos una transmisión. La grabación quedó muy hermosa, tanto que al año siguiente decidieron repetirla. Pero para ese entonces la tertulia larista estaba en extinción, porque muchos de los participantes se habían ido o habían emigrado. Así que yo me apoyé en el grupo de Andrés Aguirre “Bizcola”, que era el grupo oficial de la Casa de la Cultura, para amenizar la programación. (“Bizcola”, con el grupo “Papaloapan”, realizó una de las primeras grabaciones del “movimiento jaranero”). Ellos, desde el primer programa, estaban listos a participar, pero como se acabó el tiempo al aire, se quedaron con las ganas. De ese modo, para el nuevo programa, yo me encargué de contactar a muchos otros grupos más de la región, para que viniesen a participar al encuentro.

Para esas fechas yo ya había estado trabajando sobre la idea de que la sierra baja de Oaxaca, sobre todo Tuxtepec, era parte integral de la cultura veracruzana. En su momento eso significo una verdadera osadía, pues casi nadie se permitía la idea de que Oaxaca también tuviese una raíz jarocha o sotaventina. Ahora ya es una cosa plenamente comprobada y ya hay un Festival del Golfo y del Sotavento, pero en aquella época no había ningún puente. Eso lo digo porque, en gran medida, Tuxtepec fue apuntalada por muchas familias y personas que emigraron de la cuenca, por ello es que está muy emparentada.

Bueno, me fui a buscar a los grupos de esas regiones para incorporar-los a la nueva programación, pues se dejó de lado el programa larista para dedicarnos exclusivamente al son jarocho, estableciendo el primer concurso. Fue ahí donde entró El Colegio de México y se definió también el lugar donde ahora se realiza: La Plaza Doña Marta.

Es importante mencionar, a manera de acotación, que en un principio, los concursos se celebraban en el Parque Juárez, pero los dueños de las casas del frente, donde se realizaba el certamen, se quejaban de que había mucho ruido y mucha bulla. Entonces yo determiné llevarme el fandango a la Plaza de Doña Marta. Así, teniendo ya el evento frente a mi casa, no le estorbaba a nadie; así fue como se instituyó también el primer paso para el desarrollo del son moderno.

Desde muchos años atrás venían celebrándose los concursos de jaraneros y de bailadores; las sedes principales eran Alvarado, San Andrés Tuxtla y Tlacotalpan. Pero, por quién sabe qué misterio, los ganadores eran siempre del lugar donde se realizaba el concurso, puesto que los jueces o sinodales eran de esa región. Me di cuenta que la única manera para realmente resolver ese conflicto era invitar un jurado capacitado e imparcial que no tuviera compromisos con las regiones ni con los concursantes. Entonces, para evitar inclinaciones regionales, decidí convocar a un al primer Encuentro de Jaraneros y como yo conocía a muchos grupos, y a muchos ancianos de la región, los invité y casi todos llegaron. Yo los alojé en mi casa y cuando subían a su presentación en el foro, se les daba cincuenta pesos. Esa cantidad era suficiente para que comieran bien en el día y hasta les sobraba algo para su pasaje, puesto que no gastaban en alojamiento. Había que pensar que muchos de ellos eran jornaleros y que no podían dejar su trabajo nada más por venir a Tlacotalpan y encima, tener que gastar, cosa que creo que sucede en la actualidad, por eso creo que ya muy pocos viejos se aparecen por el encuentro.

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Acerca del uso del pandero y del arpa hay muchos testimonios   muy antiguos…
Ya el arpa aparece en los escritos bíblicos y el pandero aparece con el nombre de “adufe”, así que esos instrumentos, al llegar a Sotavento, ya tenían larga trayectoria. Tengo una anécdota al respecto: cuando yo dirigía la Casa de la Cultura llegó una delegación celta de Irlanda a tomar clases de arpa, pues el arpa celta estaba ya casi perdida, así que llegaron a Tlacotalpan con la firme intención de recuperar esa tradición en los cursos que ofrecíamos. Ahora hay muchos grupos que tocan arpa celta, pero mucho de esa tradición la recuperaron por acá.

Bueno, durante la realización del primer concurso, algunos sinodales de El Colegio de México descalificaron al pandero, argumentando que ese instrumento no pertenecía al repertorio tradicional. ¡Pero por supuesto que sí lo es!: En mi infancia, en la navidad, íbamos de casa en casa tocando La Rama con los panderos.

Al terminar la letanía los músicos arrancaban una fuga del son de El Zapateado o de La Bamba, acompañados con los panderos y no era nada extraño escuchar el pandero en los fandangos de barrio. Después de esa experiencia, un tanto arbitraria, de que el jurado descalificó el pandero, discurrí que eso de calificar grupos o instrumentos era una tarea imposible y bastante injusta, pues en cada región del sotavento hay muchos estilos y muchos instrumentos que no se pueden poner en competencia y por ello decidí hacerlo desde entonces un encuentro, para que cada quien mostrase el estilo que había heredado de sus abuelos. Por ejemplo, los de Soteapan no usan tarima y, a veces, ni siquiera zapatos; nomás tallan el piso. ¿De qué manera se podrían calificar? No hay modo; es una tradición completamente diferente. Sobre esto escribí un texto en la revista Tierra Adentro, describiendo los diversos estilos que conocí en mis andanzas. Cada región tiene su tesitura, su costumbre y sus tradiciones; todos los estilos son verdaderos, fuertes y diferentes.

Durante mi estadía en la dirección de la Casa de la Cultura me ofrecieron un trabajo muy interesante y me fui a trabajar algunos años a Orizaba y a Veracruz, estableciendo la Pinacoteca de Orizaba. Yo rescaté a los únicos pintores mexicanos que han pintado el mar: los jarochos le tenían terror al mar, puesto que por ahí les llegaban los filibusteros y las epidemias. También llevé a los pintores talentosos a varias exposiciones a la ciudad de México, donde se confirmó la tradición de los pintores ingenuos, con Nacho Canela a la cabeza y, de paso, impulsé el reconocimiento de los muebleros, quienes comenzaron a realizar copias de los muebles que aparecían en los cuadros de los pintores antiguos.

Cuando volví a Tlacotalpan ya no tuve ningún nexo con la Casa de Cultura ni con la organización del encuentro que, desde entonces, ha quedado en manos de una asociación civil. Las nuevas corrientes del son me gustan y veo con agrado que hay mucha soltura y mucho desarrollo en las nuevas generaciones. Veo a los hijos y los nietos de los personajes que conocí, que tienen muy buenas ideas y están desarrollando cosas preciosas y claro, eso me da gusto puesto
que, de alguna manera, todo viene de esa idea que yo fundé y promoví. Todo este movimiento es resultado de esos primeros encuentros.

Ahora el son tiene rumbos muy hermosos y unas posibilidades enormes; veo muchas propuestas y muchas jóvenes que están proponiendo y haciendo un tipo de son muy fresco, sin dejar de lado la tradición. ¡Felicidades!

                Génesis del libro sones de la tierra y                                                    cantares jarochos                                       El primer libro del  son jarocho contemporáneo

Cuando estaba estudiando arquitectura en la Ciudad de México me iba a la biblioteca y al archivo a buscar datos sobre la región y ahí encontré los versos del “Chuchumbé”, y fueron los que publiqué en mi libro. Ahora ya hasta compusieron un son, tomando como base esos testimonios. También encontré otros, que ahí están, esperando que alguien venga a retomarlos para investigar sus orígenes y su música.

Yo regresé a Tlacotalpan, en la época en que la canción latinoamericana estaba poniéndose de moda, tras los golpes militares en Sudamérica. El arpa paraguaya sonaba en todas partes, grandes compositores y cantores, como Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui, Bola de Nieve, etcétera, eran la moda en ciertas ambientes.

Acá el son jarocho se había opacado, el fandango había desaparecido en muchos pueblos. Entonces, retomando mis experiencias, me dio por juntar los versos y los sones que siempre habían estado presentes en mi niñez y los fui recopilando, a manera de rescate y de testimonio, ya con una incipiente idea de conformar un libro. Entrevisté a muchos ancianos que no hablaban ya del son jarocho porque de plano ya no tenían con quién compartir esa experiencia. Ellos me dieron todos los textos y todos los versos.

Mañana me voy para Veracruz
a ver a mi china María de la Luz.
Mañana me voy como lo verán
a vuelta de viaje me las pagarán.

Son versitos sencillos, pero llenos de sentido para los ancianos que los habían tenido como flores para cortejar y para enamorar. O las coplas pícaras y festivas. Toda esa magnífica poesía.

Entrevisté a una gran cantidad de ancianos y de ellos recopilé todas las décimas y los versos que aparecen en este libro. Fue una labor que me llevó muchos años y muchos kilómetros, aparte de kilómetros de lecturas en bibliotecas, en periódicos polvorientos y en revistas apelmazadas por musgo. Muchas veces me despertaba en la madrugada con una deducción interesante o con una nueva pista.

En el momento en que comencé la investigación para mi libro nadie se preocupaba del son jarocho y nadie andaba por esas regiones entrevistando a los ancianos. Llegaba con mi grabadora y como ya me conocían, me platicaban todas sus aventuras, sus desventuras y sus versadas, pues muchos ya no tenían a quién trasmitirles ese legado y les daba mucho gusto que alguien se tomara el trabajo de ir hasta sus comunidades para visitarlos con el afán de conservar o revivir sus tradiciones. A pesar de que muchos de ellos no sabían escribir, me explicaron y me enseñaron muchas cosas, aparte del son. Yo aprendí muchísimo y de una gran variedad de temas.

El libro lo comencé en 1968 y lo vine a terminar hasta 1976. Lo anduve promoviendo, circulando y recibiendo también rechazos un montón de años. En esas tiempos lo que imperaba era la música sudamericana. En lo que respecta al son jarocho, las versiones que se conocían eran sólo las de Lino Chávez y de Los Huesca, que ya tenían mucho tiempo de estar siendo machacadas por los ballets folclóricos y por las escuelas, sin ninguna novedad ni cambios interesantes. De modo que, en esos tiempos, un libro testimonial como este, que es un documento de rescate del son jarocho, no tenía interés comercial para ninguna editorial. De ese modo anduve recorriendo editores, hasta que la editorial Premia tuvo interés en publicarlo. Esa editorial me dio unos cuantos ejemplares. Pero a pesar de que mi libro lo exhibían, tenía muy poca atracción sobre los compradores. En esos años no había el interés que ahora se ha formado en torno al son y yo creo que el libro, en gran parte, ha de haber terminado en algún remate. De todos modos, las escasas regalías que me dieron las invertí en comprar mi propio libro.

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Después el instituto Veracruzano de la Cultura retomó el libro y sacó la segunda edición. Me parece que tuvo una mejor difusión, pero para mí fue una experiencia insatisfactoria, puesto que yo participé en los gastos de la edición, pero al final, solamente me dieron treinta libros, por lo que cada libro me costó unos trescientos pesos y encima de todo, yo tenía que ir a comprar mis propios libros

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No se cómo se manejaría la distribución, porque de pronto ya no encontré el libro por ningún lado. Tiempo después, corrió el rumor de que el libro lo estaban rematando por kilo en el mercado de La Lagunilla, en la ciudad de México.

Cuando me quedé con el paquete del Encuentro, Radio Educación se convirtió en la radiodifusora oficial para transmitirlo. Así se consolidó el apoyo para invitar a muchos grupos para darle forma y fuerza al evento. Ahí fue cuando comenzaron a participar esos grandes soneros como Rutilo (Parroquín), (Francisco) Montoro, don Talí (Neftalí Rodríguez), (Andrés Aguirre) “Bizcola”, Don Julián (Cruz). Todos ellos ya estaban inscritos en mi libro con sus versadas. Pero también llegaron soneros legendarios, como Don Lauriani, que hacia temblar la tierra a su paso, o don Juan, el jaranero más viejo de todos, que seguía bailando y sonando a sus 115 años. O como don José Luis Muñoz y muchos otros que me permitieron publicar todo ese gran y hermoso legado que conforma el libro Sones de la Tierra.
Ellos me ofrecieron lo mejor de sus versos y el mejor de sus recuerdos tan sólo por el gusto de la amistad. Yo hubiera querido que se hubieran visto incluidos en el libro. La desdicha es que cuando éste apareció, muchos de ellos ya habían muerto, pues, como ya comenté, pasaron 15 años para poder publicarlo y ya no alcancé a corresponderles con ese mínimo homenaje. De todos modos, esta nueva edición la dedico a todos aquellos grandes poetas y decimeros que me ayudaron a conformarlo y también lo dedico a las nuevas generaciones de soneros que actualmente vibran el resurgimiento del son jarocho en todas las latitudes hasta donde lo están haciendo llegar.

Humberto Aguirre Tinoco
Tlacotalpan, Veracruz, 2002-2004

 

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