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Toña la Negra, sombras de una silueta redondísima.

La Manta y La Raya # 9                                                                         marzo 2019 ___________________________________________________________________________  Toña la Negra:                                                             sombras de una silueta redondísima (*)

Andrea López Monroy

 

Cuántas horas, cuántos días, cuántos años,      Toña, buscando tu figura sin encontrarla.             Tratando de alumbrar un tiempo imaginario siguiendo cada paso de tu vida […] un espacio mitad soñado, mitad vivido.

   Joel Carazo, Pauta,                         “Caleidoscopio de Toña la Negra” 

 

 

“Cuando estoy en escena ni veo nada. Sólo pienso en la canción que interpreto y me hundo, me entrego, me olvido, vuelvo a vivir mis cosas”, confió Toña la Negra a Cristina Pacheco dos años antes de su muerte. Estas palabras confirman lo reservado de su carácter y el profundo sentimiento que imprimía a cada canción, rasgo personal que le permitió motivar las emociones más profundas de sus escuchas. La mayor parte de su vida transcurrió entre bambalinas, frente a un público que disfrutó verla y escucharla cantar las composiciones del momento con su inigualable voz. Los telones cubrieron los detalles de su ciclo vital, alrededor del cual se han construido infinidad de mitos. La mezcla de talento, misterio y circunstancias la convirtieron en una de las figuras más populares de México y de Veracruz, su terruño.

Raíces de una gran intérprete 

Antonia del Carmen Peregrino Álvarez nació en el puerto jarocho el 2 de noviembre de 1912, según consta en el acta de nacimiento número 168 expedida el 31 de enero de 1920 por la Oficina de Registro Civil. Este documento consigna que sus padres habitaban en la calle Doblado (predio Villa Verde, interior 6), en el legendario barrio de La Huaca. La infancia y adolescencia de Toña se desarrolla en este territorio, considerado arrabalero por ubicarse en la antigua zona extramuros de la ciudad. Al correr de los años se convirtió en una de las más importantes reservas de la cultura popular. De la lectura de su acta de nacimiento se desprenden las primeras hipótesis acerca de su vida: fue registrada varios años después de haber nacido, situación que parece normal si recordamos los conflictos sociales y la inestabilidad institucional de aquella época revolucionaria. Se antoja deducir que fue registrada con la finalidad de contar con un documento que acreditara su origen y edad, e inscribirla en la escuela. A sus ocho años era necesario que aprendiera a leer y escribir, que cursara grados escolares mínimos para enfrentar los difíciles retos sociales de ese periodo turbulento. Antonia del Carmen Peregrino Álvarez nació en el seno de una familia proletaria. De origen haitiano, su padre, Timoteo, trabajaba como abridor de contenedores en la aduana, integrado a un gremio organizado que más tarde se convertiría en sindicato; fue miembro fundador de esa agrupación. Daría, la madre de la Sensación jarocha, vivía dedicada a las labores del hogar y al cuidado de sus tres hijos (Doroteo, Antonia y Manuel). Cuando las actividades cotidianas terminaban, la extensa familia se reunía (incluyendo a dos tías paternas de Toña) para cantar y hacer música: Timoteo y Manuel tocaban la guitarra, Daría cantaba y Doroteo ponía ritmo con los bongós y las maracas. Considerando la disposición habitacional de La Huaca (de casas hacinadas) no es difícil imaginar a los vecinos acercándose a escuchar la trova de los Peregrino, sumando sus voces a las de ellos, o bien participando con algún instrumento. Este convivio todavía es característico de los habitantes de esta zona de la ciudad, a quienes distingue su particular forma de ver la vida; de sus estrechos callejones han salido músicos, bailarines y toda clase de artistas identificados en otros espacios geográficos gracias a su carácter desenfadado, a su alegría (real o aparente) y a la empatía que, sin rodeos, establecen con los demás. Son, en verdad, genuinos habitantes de Jarochilandia. Diversos autores (entre los que destacan Francisco Rivera Paco Píldora) han escrito páginas memorables sobre el singular ambiente de La Huaca. Observan en particular los minúsculos cuartos que forman las vecindades donde todos habitan como si fueran miembros de una misma familia. Comparten un solo baño y el espacio para lavar la ropa, que bien puede compararse con el diván psicoanalítico, ámbito ideal para hablar de las penas amorosas o de los problemas familiares, impar para comentar la vida de los demás, ante la imposibilidad física de guardar los secretos. Ahí las historias personales son inevitablemente compartidas.  En ese ambiente bullanguero, las tardes musicales de los Peregrino Álvarez no podían pasar desapercibidas. Una familia que tocaba para que los demás bailaran o cantaran cubría las expectativas de la comunidad vecinal. En esta actividad plena de esparcimiento, Toña pasó los primeros años de su vida, inmersa en un ambiente musical con la inclinación hacia el canto heredada de sus progenitores, alentada por su círculo de amigos y vecinos. A pesar de la alegría que los motivaba a hacer música, la vida de los Peregrino Álvarez no fue sencilla; enfrentaban las carencias de una familia numerosa sostenida por el raquítico salario del padre, lo cual no impedía que concurrieran a eventos sociales en los que la voz de la pequeña Toña era el centro de atención. Escenas que seguramente moldearon su carácter y la dotaron del arrojo necesario para superar obstáculos y desencuentros. En 1914 (sólo dos años después de que naciera) el puerto fue invadido por las tropas norteamericanas. Como es sabido, en el marco de la compleja problemática que vivía el país, barcos de guerra arribaron de manera inesperada a Veracruz. Los marines tomaron los edificios más importantes, por lo que la heroica defensa de la ciudad estuvo a cargo de un puñado de cadetes de la Escuela Naval Militar y de sus profesores, así como de valerosos ciudadanos que no dudaron en arriesgar su vida frente a un enemigo superior en número y en armamento. Considerando su ubicación territorial y condición social, es posible que entre los defensores de Veracruz participara Timoteo Peregrino; de cualquier forma, lo que resulta indudable es que este suceso histórico afectó la vida cotidiana de la familia.  En 1922 otro gran acontecimiento se gestó en los estrechos pasillos del barrio de La Huaca. Cuando la Negra Peregrina tenía diez años, surgió el Movimiento Inquilinario liderado por Herón Proal, protesta social contra la explotación que ejercían los propietarios de cuartos y casas, aprovechando la gran demanda de espacios para vivir. En aquel entonces, los patios de vecindad estaban integrados por varios cuartuchos convertidos en pocilgas, resultado del descuido de sus propietarios. Lejos de darles mantenimiento, los arrendadores obligaban a los miserables moradores a pagar exorbitantes cantidades que superaban en mucho el salario. El descontento no tardó en convertirse en manifestación popular y uno de los organismos que participó activamente en las protestas fue el Sindicato de Cargadores y Abridores del Comercio, agrupación de la cual, como ya se dijo, Timoteo Peregrino era un destacado miembro. Como en muchos otros aspectos de la vida de la cantante, no se ha documentado (acaso por falta de fuentes) cómo su familia superó esa difícil época que seguramente implicó cambios radicales.  Fue en aquellos agitados años cuando Toña ganó su primer concurso de canto. Hacia 1923, la compañía de cigarros “El buen tono” (cuyos propietarios eran también de la estación de radio xeb) regalaba equipos radiofónicos a cambio de cajetillas vacías. Así, en el marco de sus promociones comerciales, lanzó una convocatoria para participar en un concurso. Ella triunfó pese a competir con cantantes aficionados adultos. La virtuosidad que poseía su timbre fue la base de su éxito; su voz llamó la atención de quienes la escucharon, aunque le faltaba madurar y acumular las experiencias que le permitirían vivir intensamente cada canción.  En su adolescencia, Antonia del Carmen participó en las serenatas que su hermano Manuel interpretó con Ignacio Uscanga Matías, con quienes cantó eventualmente. La época estuvo marcada por el arribo a Veracruz del bolero cubano y por la influencia de la industria radiofónica. Este ambiente es recreado fielmente por el talentoso e inigualable cronista Francisco Rivera Paco Píldora, cuya atinada pluma nos muestra el ayer de La Huaca con sus noches convertidas en alegres bailes animados por voluptuosas jarochas:

Quien a tus patios volviera,

y en la noche veraniega,

se enredara en la refriega

de una bullanga rumbera.

Viejo barrio de La Huaca,

largas siestas en hamaca,

con abanico y guitarra, y

una mulata que embarra

sus senos como maraca.

Al referirse a este asentamiento urbano, Francisco Rivera aludió en reiteradas ocasiones a los incontables cantantes y grupos musicales que se formaron en sus callejones: el Cuadro Estrella, Nacho Uscanga, Félix Bolaños, etc. La música del Trío Matamoros dispersada por la brisa desde alguna ventana de La Huaca y otras notas llegaron indudablemente a los oídos de la joven Toña, que disfrutaba de los nuevos ritmos provenientes de la otra orilla del Golfo de México. Seguramente entonó con su voz melódica las innovadoras canciones para el deleite de sus paisanos. A través de los versos compuestos por el popular decimero Paco Píldora sabemos que la Negra Peregrina, siendo aún jovencita, participó en una función de gala en el teatro Principal, a beneficio de la Cruz Roja. Acompañada por el Cuadro Estrella interpreta “Longina”, emblemática canción cubana de Manuel Corona que, de alguna manera, retrata el don fundamental de Toña: “Y es la cadencia de tu voz tan cristalina, tan suave y argentada de ignota idealidad, que impresionada por todos tus encantos, se conmovió mi lira y en mí la inspiración”. Como bien lo indica Francisco Rivera, en aquellos años, la cantante mostraba ya el privilegio de su voz y lucía los rasgos de su juvenil belleza, característica de la clásica mujer jarocha. El ambiente cotidiano la moldeó; ella supo absorber de su barrio pobre “las interminables rumbatas y alegrías […] pregones de los vendedores y cantares montunos al compás de las caderas que marcaban el chancualeo de mezclillas y nansures en lavaderos y bateas, y rodaban chismes y cuentos que despertaban carcajadas maliciosas”.

… continua

(*) Publicado en Personajes populares de Veracruz,     Félix Báez-Jorge (coord.), Gob. Edo. Veracruz / Sec. Educación Edo. Veracruz / Universidad Veracruzana, México, 2010.  

 


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