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Manuel Polgar Salcedo

La Manta y La Raya # 13                                                        septiembre 2022 ________________________________________________________________________

Manuel Polgar Salcedo

Un portafolio fotográfico

 

 

Desde las playas del puerto a los pueblos de río arriba.

 

Fernando Guadarrama Olivera

El amor de Manuel Polgar Salcedo por Veracruz no es casual, lo trae en los huesos. Nacido y crecido en la capital del país y arqueólogo de la ENAH de formación, se topó con el fandango veracruzano  en 1998, cuando fue subdirector del Centro Comunitario Culhuacán, en donde conoció a Los Parientes de Playa Vicente, quienes organizaban allí, por aquellos años, unos concurridos festivales de son jarocho. Desde ese momento Manolo se ligó a la fiesta fandanguera para siempre. Pero Veracruz ya estaba presente en su historia familiar desde mucho antes, pues el viejo puerto fue para su abuelo paterno, el socialista exiliado español Ovidio Salcedo, el lugar en donde “recuperó su dignidad de hombre libre”. Fue allí donde don Ovidio volvió a nacer, el día que desembarcó del vapor Quanza, procedente de Casa Blanca, Marruecos, y pisó por primera vez la tierra de la antigua Chalchihuecan, en el año de 1941. La historia de su abuelo y su gratitud eterna con Veracruz le marcaron a Polgar Salcedo los rumbos de la vida, y su gusto por el son jarocho y la música porteña de origen cubano lo acabaron de convertir en veracruzano por decisión propia.

A partir del año 2000, Manuel visita muchas veces Veracruz, llevado por su amistad y relación cada vez mas fuerte con los jaraneros y fandangueros de los pueblos de tierra adentro, principalmente del municipio de Playa Vicente, y de los pueblos vecinos de la ribera del río Tesechoacán,  afluente del gran Papaloapan.  Allí conoce a Arturo Barradas y a su familia, pilares del renacimiento del son y el fandango jarocho, en esa región veracruzana que hace frontera con Oaxaca. Y es con Arturo y su gente que Manolo se integra y ayuda en la realización del primer festival de son jarocho en Playa Vicente, efectuado en julio del año 2004, que nace como un homenaje a los viejos soneros de la región. Este evento se convirtió después en el Festival del Tesechoacán, el cual lleva ya diez y siete años celebrándose en esta localidad de manera continuada, suspendiéndose solamente durante los dos recientes años de la pandemia del coronavirus. Y es también con la familia Barradas que gestiona y produce el documental Soneros del Tesechoacán. Sonidos del río (La Maroma producciones), en el año de 2007. 

Pero Playa Vicente no ha sido su único lugar de trabajo, también el pueblo de La Antigua, muy cerca del puerto, en donde estuvo a cargo de la Casa de la Cultura entre 2014 y 2015.

Su fascinación por Los Tuxtlas y su curiosidad de arqueólogo lo han llevado también frecuentemente de visita por los rumbos de Piedra Labrada, en la Sierra de Santa Marta, adonde colabora en proyectos con su amigo de muchos años el Antrop.  Alberto Córdoba.

Manuel se muda al puerto de Veracruz definitivamente en el año 2008, y en 2010 funda allí un restaurant – espacio cultural llamado “La República”, en honor a su abuelo Ovidio, el cual estuvo abierto solo dos años. Ubicado en la famosa Plaza de la Campana, en pleno centro histórico, este lugar se convirtió durante ese corto tiempo en refugio y foro de los grupos de son jarocho y son montuno del puerto de Veracruz y sus alrededores.

La cámara fotográfica y el gusto por la fotografía antropológica le llegan a partir de los cursos recibidos en la ENAH durante sus años de estudio. Desde entonces la cámara se convirtió en su compañera de viaje, y con ella ha ido registrando todo su periplo por Veracruz, desde las playas del puerto a los pueblos de río arriba.

La selección de imágenes que hoy nos entrega Manuel Polgar es solo una pequeña muestra del enorme acervo fotográfico que ha ido acumulando durante todos estos años en sus andanzas por el puerto y el Sotavento. Fotos llenas de paisaje, desde las laderas de Piedra Labrada en la Sierra de Santa Martha, hasta los maizales de las tierras bajas de Playa Vicente. Desde el Cerro de las Mesas en Tlalixcoyan hasta los potreros de las riberas del río Blanco. Desde los amaneceres en el Río La Antigua hasta los atardeceres nublados sobre la Isla de Sacrificios, pasando por las hermosas imágenes del moderno puerto mercante de Veracruz.

Mención especial merecen las imágenes de las viejas casonas abandonadas del centro histórico de Veracruz, que son hoy solo las ruinas de lo que fuera la antigua ciudad amurallada, y las fotos de los infaltables barcos de pescadores atracados en el muelle.

Fotos llenas de personajes también, anónimos la mayoría, como el vendedor de ropa, el de algodones y el masajista y su cliente en las playas del puerto. Y qué decir del dueto musical tocando para la familia sobre la arena, o del hombre lanzando sus redes al mar bajo la luna, o de la tradicional cascarita de futbol playero y los emocionantes duelos beisboleros en Villa del Mar, o el infaltable buzo improvisado que saca monedas en el mar del Malecón porteño.

Y finalmente los personajes conocidos que fueron apareciendo en los viajes, como la del jaranero playavicentino José María Álvarez “El Pariente”. O las de Doña Hermelinda y Don Benito, popolucas de Piedra Labrada. Ella cargando una vieja hacha de jade olmeca, y él mirando al cielo durante la ofrenda y el pedimento a Chane, dios de la selva y de los animales, o con una hermosa mazorca de maíz entre las manos. 

Imágenes todas capturadas por el lente emocionado de alguien que en cada foto nos deja una muestra de su profundo amor por Veracruz: nuestro querido amigo Manuel Polgar Salcedo.

 

 

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Del agua, los versos y la poesía

La Manta y La Raya # 6                                                                noviembre 2017


Sergio A. Vázquez Rdez, 2014.

Del agua, los versos y la poesía

Alvaro Alcántara López

Recuerdo haber escuchado, a inicios de los años noventa, una exaltada prédica de quienes integraban las nacientes agrupaciones profesionales de son jarocho, afirmando que los versos que se cantaban en los sones iban más allá del estereotipo de versos “picantes”, chuscos o groseros, que los conjuntos jarochos que tocaban en centros de recreación social, salones de baile, clubes nocturnos, cantinas o restaurantes habían empezado a fijar en el imaginario social de nuestro país desde mediados del siglo XX. La idea que se defendía entonces iba más allá: sostenía que la lírica que se cantaba en los distintos sones jarochos abrevaba en las mejores tradiciones poéticas del siglo de oro español, el barroco novohispano y el siglo XIX; por tanto, en el son jarocho residía una poesía popular de alto valor, que hacía aún más interesante cultural y estéticamente al son jarocho.

Aquel argumento no sólo era planteado por los distintos grupos de son jarocho “tradicional” –tal era la etiqueta que se empleaba en aquel entonces para diferenciarse del otro son jarocho que hacían los grupos que acompañaban a los ballets folklóricos– sino que fue apuntalado y documentado por una serie de artículos de investigación y divulgación, escritos en la década de los años noventa por Antonio García de León y Ricardo Pérez Montfort, autores a los que con el correr de los años se sumaron nombres como los de Alfredo Delgado Calderón, Ana Santos o Caterina Camastra, por citar sólo a algunos.

Algunos años más tarde, ya bien instalado en el correr del nuevo siglo y milenio, volví a toparme con esta idea en el magnífico relato de Juan Pascoe, titulado La Mona. Allí Pascoe comparte su experiencia de haber “redescubierto” al son jarocho, tras haber escuchado, a sugerencia de Adrián Nieto, el son de El Fandanguito, incluido en el ya clásico disco del INAH Sones de Veracruz.

Sabía del son jarocho lo que se escuchaba en el disco del Ballet Folklórico de México, o como música de anuncio en algunos anuncios radiofónicos, o como música de charola en un gran restaurante de Tlalpan. De las músicas regionales que comenzaba a identificar, ésta era la que menos me atraía. Se me hacía repetitiva, plagada de simpáticos chistes fáciles, autocomplaciente: no observaba en ella la gracia y la refinada poesía antigua de los sones jarochos, ni el vigor ni la sorpresa musical de los sones de Michoacán. Pero Adrián Nieto me dijo que para conocer el nuevo rumbo que podía tomar la nueva música mexicana escucháramos con atención el son El Fandanguito, incluido en el disco Sones de Veracruz y que nos fijáramos en el jaraneo y canto de Antonio García de León.

Tras haber escuchado aquella grabación la opinión de Juan Pascoe en torno al son jarocho cambió. Aquel disco se volvió, según sus propias palabras, “en una obsesión” y aunque las piezas eran, en general, las mismas que ya conocía y valoraba bastante poco, en aquel fonograma había reconocido una manera y actitud “completamente distintas” de interpretar los sones jarochos. “El Fandanguito” ejecutado por Antonio García de León, –anotó Pascoe– trascendía la literatura gauchesca, la de Jorge Luis Borges o la nueva trova latinoamericana, tradiciones éstas poético – musicales con la que se encontraba bastante familiarizado.

La idea del alto valor poético de la versada que se canta en el son jarocho no ha dejado de estar presente en los discursos pronunciados desde los distintos entornos sociales que hoy confluyen en el mundo jarocho, aún cuando en ocasiones me ha parecido que los ejemplos utilizados no siempre han sido los mejores.

En la puesta en valor de la dimensión poética de la lírica popular jarocha resulta imposible no evocar aquí la presencia del grupo Chuchumbé desde mediados de los años noventa, particularmente por el trabajo desarrollado en este aspecto por Patricio Hidalgo y Zenén Zeferino. La importancia creciente que adquirió el performance poético en las actuaciones de este grupo, contribuyó enormemente no sólo a visibilizar la fuerza poética de la versada, sino también a trazar un horizonte de creación poética a futuro que refrescara las temáticas, convicciones y sensibilidades de la música jarocha. Proceso, hay también que decirlo, en que agrupaciones como Monoblanco, Siquisirí, Tacoteno, Los Parientes de Playa Vicente (encabezados por los hermanos Ramírez) o Son de Madera venían haciendo fuertes contribuciones o aproximaciones dignas de tomarse en cuenta.

La aparición o reedición de recopilaciones de versada jarocha fue también un aliciente para este proceso de recuperación de la poesía. Imposible no mencionar al vuelo Sones y cantares jarochos de Humberto Aguirre Tinoco, La versada de Arcadio Hidalgo, Soy como peje en marea o El hilo de mis sentidos; dejando para otra ocasión el recuento de trabajos provenientes directamente del mundo académico. La proliferación, en la década de los años noventa, de grabaciones de grupos de son jarocho, tanto en casettes o disco compacto, ayudó a socializar muchos versos grabados en estudio por los grupos y que empezaron a repetirse canónicamente en los fandangos y tocados por aquí y por allá acompañando los sones en los cuales habían sido grabados. Los efectos didácticos en materia de versos, de discos como Al primer canto del Gallo y Sin tener que decir nada de Monoblanco, Antiguos sones jarochos de Zacamandú, Caramba niño de Chuchumbé o el disco homónimo (el primero de hecho) del grupo Son de Madera dejaron bien claro que era importante saber qué versos cantar y que los aprendices jaraneros debían ocupar un tiempo significativo de su aprendizaje a fortalecer el conocimiento de las estructuras poéticas y a conocer el espíritu y color de los versos que se podían cantar. Pero es justo decir que el afortunado encuentro de los integrantes del grupo Monoblanco con Arcadio Hidalgo había revelado a los entonces jóvenes de aquel grupo la fuerza y poderío de la palabra y la poesía rimada en la tradición jarocha. Este aprendizaje quedaría plasmado en el cuidado puesto en la versada que apareció en los discos del grupo y, a lo largo del tiempo, ha sido reforzado por los vínculos entre Monoblanco y el Taller Martín Pescador del afamado impresor antiguo Juan Pascoe, también miembro fundador del grupo.

La creciente popularización de un nuevo tipo de composición en el entorno del mundo jarocho, al que en otro lugar he denominado balada – son, ha contribuido a generar, de muchas maneras, una confusión mayúscula entre la condición o aspiración poética de la versada jarocha hasta convertirla en sinónimo de versos “de amor”, que en no pocas ocasiones rayan en los cursi.

Un repaso a los piezas musicales de nueva creación de grupos de son jarocho o cercanos al son jarocho que han gozado de mayor aceptación entre el público, durante los últimos 15 años (nos siempre sones; de hecho cada vez más bajo el formato de “canciones”) permiten reconocer que se tratan de 1) nuevas versiones de sones ya conocidos a las que se ha cambiado la rítmica; 2) estribillos contagiosos en ritmos binarios acompañados por versos de larga data y ya grabados (sextetas, quintillas o décimas); 3) Pese a los contextos sociales cambiantes del país, la predominancia de versos que aluden al entorno natural, la vida campirana, la flora y la fauna; 4) versos “patrimonialistas” que exaltan las bellezas de los lugares pero no las contradicciones socio económicas o violencia social de esos mismos espacios; 5) excepcionalmente, piezas de nueva creación que han empezado a experimentar con estructuras poéticas y de composición musical que vale la pena dar seguimiento.

¿Se encuentra la versada jarocha de reciente creación en una crisis de la que aun no es capaz de darse cuenta? ¿Cuáles son los temas, características y figuraciones de esta versada? ¿Está la versada jarocha de nueva creación cumpliendo con cierto compromiso histórico de narrar y recrear los escenarios sociales, sensibilidades, contradicciones o expectativas de la vida cotidiana del país y del mundo en general? ¿Qué ha sido de las pretensiones poéticas que hace algunas décadas llamaron la atención de unas y otros, al encontrar en la versada jarocha maneras “novedosamente antiguas” o “nostálgicamente refrescantes” de narrar la vida, de ficcionar la realidad?

Tengo la impresión que algunas de las respuestas o alternativas a estas inquietudes personalísimas (sic) pueden encontrarse en las propuestas de músicos y agrupaciones que no pertenecen en sentido estricto a la comunidad jaranera. Los esfuerzos de compositores como David Haro o Rafael Campos; de poetas/escritores como Samuel Aguilera, Fernando Guadarrama y Alfredo Delgado; o de agrupaciones como Los Aguas Aguas podrían ser motivo de estudio, análisis y reflexión, al respecto de la clase de letras que se han empezado a proponer para cantar en los sones o canciones (no siempre son versos con rima y métrica fijos). Incluyo también en este abanico de espejos creativos en los cuales observar(se) al trabajo poético de Patricio Hidalgo, pero pensando en aquellas composiciones que en los últimos años ha hecho para ser interpretados como boleros y congas y no tanto sones jarochos –aunque quizá esto se deba más a mi desconocimiento.

Lo cierto es que las observaciones o críticas que podrían hacerse al estado actual de la versada de reciente creación podrían extenderse a la parte musical. Los logros y éxitos del movimiento jaranero en general y de algunos grupos en particular quizá sólo han llevado a postergar una reflexión profunda sobre la calidad artística, estética y capacidad de comunicar emociones en lo que se está haciendo y lo que se quiere seguir haciendo desde la tradición jarocha. El hecho que tras cuarenta años y al menos tres generaciones de soneras y soneros jarochos los índices de escolaridad, las condiciones de vida o laborales dentro del mundo de la música no hayan cambiado demasiado en todo este tiempo tendrían que obligarnos a reflexionar con seriedad y profundidad a dónde estamos llevando a nuestra tradición. Aunque plantear lo anterior no me hace olvidar ni dejar de reconocer las decenas de proyectos sociales que en este momento se siguen desplegando por distintas geografías del mundo y que han abierto nuevas opciones y perspectivas de vida niños, jóvenes y adultos.

La fuerza, contemporaneidad e imágenes vitales que han ofrecido por tanto tiempo los versos que hemos heredados de las y los mayores siguen intactos: Los borrones que anuncian en las cartas las lágrimas derramadas ante la ausencia; la pena de un puente que añora al agua que transcurre; los desprecios que se han sufrido por ser “negro” el color de la piel; el abrazo que se pide a una chinita para ver si así se espanta al dolor de la muerte; o la libertad que se envidia a los pájaros advertidos que vuelan felices en el monte.

¿Cómo nos toca narrar este mundo actual? Este vivir de urgencias desenfrenadas, de conversaciones a distancia, de amores que duran lo que dos peces de hielo… de héroes que se han ido con la juventud. ¿Cómo narrarlo en versos? ¿Cómo resguardar la palabra y la memoria? ¿Cómo honrar la tierra, la familia o los amigos que lo han inventado a uno?

Hace varios años escuché unos versos que desde entonces, además de gustarme, constituyen la inspiración poética a la que se puede aspirar, incluso en estos tiempos:

Mariquita quita quita
quítame de padecer
que el agua que se derrama…
no se vuelve a recoger.

Y de cuando en cando me repito estos versos, admirando esa compleja sencillez con la que se puede representar la vida toda, evocarla, es decir inventarla en sus alegrías y tristezas.

 


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Poesía en diferentes voces

La Manta y La Raya # 6                                                                noviembre 2017


Sergio A Vázquez Rdez, 2012.

Poesía en diferentes voces                  

Queremos compartir con todos ustedes esta ensalada de poesía a distintas voces. Si hasta ahora La Manta y La Raya ha dado poco espacio a la poesía (y a la literatura), en este número queremos ayudar a la difusión del trabajo creativo de poetas de distintas latitudes, generaciones y propuestas. La selección hecha es por demás aleatoria y no representan más que el gusto de los editores. Estamos convencidos que las posibilidades estéticas del mundo de la oralidad debe seguir enriqueciéndose al fortalecer puentes de comunicación con las distintas tradiciones escritas del mundo, de las que –por cierto– nunca ha estado desvinculada. Los esfuerzos creativos de las nuevas generaciones que se encuentran ligadas a las distintas tradiciones musicales y festivas de nuestro país, puede y debe potenciarse en el conocimiento y estudio de las distintas formas poéticas del mundo, tanto del presente como del pasado. Confiamos que disfruten esta pequeña muestra y los motive conocer más ampliamente el trabajo de las y los poetas aquí incluidos.

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David Haro
Lo que todo ex-amante debería saber 
pero temía preguntar
Si acerca impune su fantasma
húyelo a besos
si el dolor te golpea el corazón
escóndelo… bajo la almohada
si escuchas un sonido
de pieles en tu boca
desgárrale las alas al deseo
si te exige implacable
cuéntamelo todo
invéntale
juramentos mortales.

Jesús Orta Ruiz, “El indio naborí”
Tu palabra tiene el arte
de iluminar la ceguera:
háblame, que no hay manera
de verte sin escucharte.
Sólo así puedo mirarte
exacta, como si un dios
conmovido por mis dos
linternas de rotas pilas,
me hiciera nuevas pupilas
con el cristal de tu voz.

Tomasita Quiala
Te vas no sé cuando amor
pero siento que te irás
cuántos pétalos tendrás
que deshacerle a mi flor.
Te vas y siento un dolor
casi indigno de este encuentro
pero te vas en el centro
de mi embarcación querida
y te llevas enseguida
al mar… con mi amor adentro.

Samuel Aguilera Vázquez
Soy indio prieto y trompudo
que a ningún blanco ha envidiao
porque estoy sacramentao
con la oración de San Bruño.
Y si ven que soy montuno
rejón y prieto he nacido.
Yo voy con el pecho erguido
y la frente levantada
y como fiao no he pedido
a naiden (sic)  le debo nada.
Como somos descendientes
del perro mas apaleao
puedo mirar al pasao
parándome en el presente.
De aquí levanto la frente
a tierra mejor sembrada.
Y a naiden pedimos nada
Qué nos pueden conseguir!!!
Si la vida al vivir
todos la tienen prestada!!

Daniela Meléndez
Soñarte no es novedad
novedad es no soñarte
no es mi delirio mirarte
delirio es ya mi verdad
que es por ti una inmensidad
llena de amor y de miel
por ti no hay sabor a hiel
ni soledad que desgarra
eres lazo que me amarra
las estrellas en la piel.

Patricio Hidalgo Belli
El día que frente a mí
la muerte se haga presente
mi corazón a la gente
le voy a dejar aquí.
Para que sepan así
que no he muerto de verdad
que  la muerte en realidad
es otra forma de ser
y cantaré igual que ayer
por toda la eternidad.

Tania Márquez Aragón
Boca del cielo
Si mis ojos escribieran otro gallo me cantara
los rayos del sol se mezclan con palabras
relámpagos con silencio
el verano se abre en el encuentro del lago y el mar
se abrió la boca y ¿qué dijo?
llegó la respuesta y la pregunta había cambiado
¿Qué dijo?
¿Cómo arrancar la palabra al pasado?
esa que buscó ser futuro
y nunca existió en el ahora porque es real.
El día es un sacrificio
el vacío se desborda
el instante se abre
se cierra el instante
se abre
aletea el tiempo…
¿Qué significado invisible dijo?
¿Qué dijo?
No la palabra
la percepción
la cosa
el algo
ese todo algo
siempre en la punta de la lengua
en el reverso del lenguaje.
¡Aquí está la vida!
Si mis ojos escribieran
otro gallo me cantara

Fernando Guadarrama
Sembraron mi mestizaje
en la ermita del Rosario,
a un ladito del santuario
de aquel Cristo del buen viaje,
de allá viene mi linaje
soy indio, negro, andaluz,
cuatro rumbos, una cruz,
soy la selva, el mar y el río,
de allá viene el canto mío
de la antigua Veracruz.
Soy de mar y de montaña,
soy de café y de maíz,
tengo abierta la raíz,
soy de amaranto y de caña,
soy de México y de España,
soy nieto de indios y moros,
soy el jaguar, soy los toros,
caribe y mediterráneo,
y amo el verde momentáneo
de una parvada de loros.
Traigo culturas diversas
corriéndome por las venas,
traigo a los griegos de Atenas,
a los mayas y a los persas,
de mil Dioses traigo fuerzas
para sentirme seguro,
traigo el brillo de lo obscuro
y lo negro de la luz,
traigo al que murió en la cruz
y al rayo como conjuro.
Traigo sangre amestizada
de indio, negro y español,
y toda la luz del sol
en esta sangre mezclada,
que hoy es fiesta en la enramada
de mi suelo americano,
como la Ceiba en el llano
con sus raíces profundas,
así se nace y se funda
mi pueblo veracruzano.

Alexis Díaz Pimienta
    Balada del balsero
Dijiste:
“Iré a otra tierra, iré a otro mar.
Otra ciudad habrá mejor que esta.
(…)
No hallarás nuevas tierras,
no hallarás otros Mares.
La ciudad te seguirá.
                Konstantinos Kavafis
Sosténme, balsa bendita,
sobre mi propia esperanza.
Confía en mi voz y avanza.
Sosténme, balsa bendita,
ahora que una aleta grita
su hambruna de martes trece.
Paciencia, a ver si aparece
algún buque fantasmal.
Noche, miedo, espuma, sal,
ciudad que desaparece.
¿Hacia dónde vamos? ¿Quién
nos indicará el camino?
Viento del sur, remolino,
laberinto hacia el edén.
Hablen poco, remen bien,
seremos ricos mañana,
digan adiós a La Habana
brújula loca, terral,
oh, balsa, bálsamo, bal.
oh, madre, oh, Virgen reglana.
¿Hacia dónde vamos? ¿Dios
nos indicará el camino?
Agua, sol, Willy Chirino,
qué hambre, qué frío, qué tos.
– Vamos a remar los dos.
– Asere, cállate un poco.
– ¿Loco? – Que te calles. -¿Loco?
Good morning, good by, yes, yes,
jamón, coca-cola, inglés,
Pluto y el Pájaro Loco.
Oh, balsa, bálsamo, bal.
oh tromba de agua infinita.
Rema, reza, llora, grita,
canta el Himno Nacional.
¿Es la génesis del mal?
¿la apocalipsis del Bien?
¿Hacia dónde vamos, men?
La Calle Ocho es una ola.
Pasa cerca una bal-sola
y yo estoy solo también.
Cojímar hemingwayano:
El joven y el Mar. La muerte
chapotea y se divierte,
Cojímar hemingwayano.
No te preocupes, mi hermano,
“japinesis e warm gan”.
Madre fue a comprar el pan.
Madre solloza en la orilla.
Madre nada en su mejilla.
Madre no cree en Supermán.
Sosténme, balsa bendita.
Sosténme, Virgen Reglana.
Sosténme, vieja patana.
Sosténme, balsa maldita.
Sosténganme, Jane y Chita:
Juan no, Johnie es que me llamo.
Sosténme, mujer que amo.
Sosténme, Dios, si me quieres.
Madre, no te desesperes:
cuando llegue te reclamo.

 


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Más de 40 Monos en Bellas Artes

La Manta y La Raya # 6                                                                noviembre 2017


Más de 40 Monos en Bellas Artes                     Algunos comentarios al vuelo

 

No creo exagerado pensar que el pasado lunes 30 de octubre, allá en Bellas Artes, todo mundo salió ganando. No me refiero a qué tan complacida quedó la audiencia, sino a qué tan sorprendidos quedaron los músicos (sinfónicos, monos blancos y anacrúsax), bailarines, zapateadores y versadores, reunidos en una propuesta artística musical compleja y ambiciosa: un estreno mundial de pronóstico reservado; una fórmula química que parecía difícil de balancear.

Sin embargo, y a pesar de las limitaciones (solamente hubo un ensayo general previo), ahí todos aprendieron algo de todos, la apuesta fue exitosa y sobre todo, nuevas posibilidades y horizontes musicales quedaron al descubierto. Así los monos blancos aprendiendo que la orquesta sinfónica es un organismo musical complejo, un leviatán que necesita, a pesar de las restricciones que impone el sindicato de músicos, de un director para nadar en los grandes mares, así como de arreglistas sinfónicos, en este caso, conocedores de los sones jarochos. Los músicos sinfónicos pudieron percatarse que el 6/8 no empieza y termina con el Huapango de Moncayo y que el fraseo del son de La Guacamaya va sincopado (fraseos y rítmicas sesquiálteras en 6/8 que las orquestas juveniles venezolanas manejan de maravilla), mientras los monos blancos hicieron lo suyo, guiados por un director de orquesta, y envueltos en los diferentes planos sonoros y tímbricos que sólo una orquesta sinfónica puede dar. Así también una oportunidad para los bailarines profesionales del Ballet de Amalia de zapatear y danzar, al son de Mono Blanco, El Chuchumbé y otros sones; precisamente en Bellas Artes, donde mejor luce el Ballet, en un encuentro inédito y sobre todo espectacular; sin duda algo que pudiera resultar irónico para algunos.

Muchas más líneas se deberán dedicar a este microsismo del día lunes, en donde se lograron conjugar muchos elementos exitosamente, y que dejó al descubierto, como los sismos de tierra, otras posibilidades sonoras y musicales, tanto dentro del son jarocho como de la música sinfónica, vetas aparentemente no agotadas que ahí están, que ahí siguen, en vida latente.

Valga reconocer el trabajo artístico realizado por Víctor Pichardo, Gustavo Calzada, Rodrigo Díaz, Jorge Arturo Castillo y desde luego de Arturo Márquez en esta puesta, o apuesta, sinfónica. Así también la participación del experimentado chelista de son jarocho Rodrigo Díaz, del arpista de lujo Celso Duarte, del trío de versadores, también “de luxe”, Samuel Aguilera, Mauro Dominguez y Fernando Guadarrama, y del maravilloso cuarteto de saxofones Anacrúsax. Finalmente habrá que reconocer que Mono Blanco tiene duende, y que los monos, tanto en la escala animal como de acuerdo con las creencias chinas, casi siempre se salen con la suya.

  F 5f

Texto publicado y difundido por Facebook
el 4 de noviembre de 2017.


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