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México en Chicago: convergencia cultural

La Manta y La Raya # 2                                                                             junio 2016


México en Chicago: convergencia cultural

Juan Díes

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Foto: Randy_Adamsick

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Artículo completo en formato PDF (v.2.1):

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¡Raca-taca-taca! ¡Dun, dun, dun! ¡Tatarata-tay! Son las 8:00 de la noche de un sábado en Chicago y estás caminando hacia el oeste sobre la calle 18 en el barrio de Pilsen. Es un un antiguo barrio checo que ahora está lleno de mexicanos y de un creciente número de anglos a quienes les atrae el ambiente artístico y étnico del barrio. Te encuentras que la calle está cerrada desde de la avenida Blue Island hasta la avenida Ashland por causa de un festival: El Mole de Mayo. En un espacio de casi dos cuadras han asistido miles de personas a probar el rico mole de varios restaurantes locales que compiten por el premio anual del mejor mole de Chicago y también a escuchar música en un escenario programado por jóvenes mexicanos del barrio que buscan representar la convergencia cultural que existe ahí, sin abandonar su mexicanidad.

También hay docenas de puestos que venden joyería, artesanías, ropa, bebidas, e información sobre servicios comunitarios. El acto principal de la noche es el grupo Los Cojolites, bastiones del son jarocho, importados de Veracruz, México para la ocasión, que en sus repetidas visitas a Chicago han hecho ya muchas amistades, discípulos y seguidores. Comparten el escenario grupos de música norteña, cumbia, chinelos, mariachis, rock en español, hip-hop, marimba chiapaneca, huapango, jarana yucateca, son planeco, son jarocho, y mas. En el público hay gente del barrio, gente de fuera del barrio, gente que antes vivía en el barrio y que regresa para la fiesta, turistas, curiosos, y demás.
Chicago tiene una de las mas grandes y diversas comunidades mexicanas en Estados Unidos. Es una comunidad inmigrante segunda en tamaño a la de Los Ángeles, rica en historia y con una vida artística floreciente. Sin embargo es también una de las menos conocidas en el resto del país. Los mexicanos en Chicago conforman la mayor población de latinos en el área metropolitana, la cual es la minoría mas grande de la ciudad. En los últimos 35 años, la población latina de la región ha crecido hasta llegar a cerca de dos millones, representando el 96% del crecimiento total de la población. Los latinos impulsan la economía con un ingreso familiar anual de 20 mil millones de dólares. Llevan la vanguardia en llenar nuevos puestos de trabajo y representan el 38% del crecimiento en la compra de casas en Chicago (Ready and Brown-Gort 2005).

El México de Chicago es una comunidad diversa y multicultural, segmentada en pequeños aglomerados de conservación cultural de muchos pueblos y culturas de México y también de híbridos convergentes que se mezclan dentro y fuera de lo mexicano con un inquieto espíritu innovador. En las calles de Chicago encuentras birria de Ocotlán y enchiladas potosinas, orgullosamente fieles a la receta de la abuela—a veces hasta mejores que las originales—y “takos koreanos”, híbridos de puerco a la-barba “korea” aderezado con kimchi y envuelto en una tortilla.
Históricamente la comunidad mexicana en Chicago data del siglo XIX, cuando la ciudad empezó a establecer su reputación como centro industrial: con los ferrocarriles, los rastros, las fábricas de acero, y otras empresas que atrajeron a los primeros inmigrantes mexicanos por estas fuentes de trabajo.

Artísticamente, la música siguió a estos inmigrantes. Una evidencia son los apellidos hispanos que aparecen en los créditos de los primeros discos de 78 rpm hechos en Chicago a principios de los años 20. La cantante Silvana R. Ramos, por ejemplo, tuvo 15 sesiones de grabación en Chicago para la disquera RCA Victor entre 1927 y 1931, lo que indica que pudo haber estado viviendo en la ciudad.

En una recopilación pictórica de la historia de los mexicanos en Chicago (Arias & Tortolero, 2001) aparecen grupos musicales mexicanos que datan de principios del siglo XX, como el grupo del don Guadalupe Vera en 1917. También existe evidencia que en los años 20 del siglo pasado, Cirilo López, quien huyó de México por razones religiosas durante la guerra cristera, formó la Banda Mexicana of South Chicago. En los años 40 y 50 de aquel siglo, con el auge de la rumba, se forma en Chicago la agrupación “Don Roberto y Sus Rumbaleros” que formaban parte del circuito de salones de baile en la ciudad. Y para 1953 aparece el Mariachi Jalisco de Arnulfo Martínez, uno de los primeros mariachis en Chicago.

Arturo Velásquez, quien fue residente del barrio por mucho tiempo y el primer mexicano distribuidor de rocolas, dijo en una entrevista (Díes, 2006) que cuando su padre llegó a la ciudad para trabajar en las fábricas de acero en 1925 desarrolló una provechosa empresa, en parte respondiendo a la diversidad de los latinos en Chicago y, en otra, a los fuertes vínculos que estas comunidades mantienen con sus tradiciones musicales:

Mi madre puso un restaurante detrás de un billar. En esa época, la industria de las rocolas estaba empezando. Los fabricantes me dieron crédito para comprar las rocolas porque no teníamos dinero. Hemos estado aquí desde 1936. Les daba la música que yo sabía que les gustaba. Venían de diferentes estados y cada estado tiene su estilo. Parece que la música de mariachi aun sigue en el mercado principal. Los mexicanos aún tienen su país en el corazón. Aún cuando cada estado tiene su estilo propio, la música ranchera nunca morirá. El tejano con el acordeón vino mucho después de Texas y del norte de México, de Monterrey y San Luis Potosí…

Durante la Feria Mundial de 1934 se estimuló la danza regional mexicana. Algunas mujeres jóvenes empezaron a reunirse para presentarse con traje regional. Una de ellas, Jovita Durán, mas tarde se vuelve maestra y ayuda a formar grupos de danza (Arias & Tortolero, 2001). En los años 40 Adrián Lozano pinta uno de los primeros murales mexicanos en Hull House, en el barrio de Near West donde vivían ya muchos mexicanos. La Iglesia San Francisco de Asís y Nuestra Señora de Guadalupe se convirtieron en bastiones de la comunidad mexicana en esa zona.

Raquel Ontiveros, cantante y promotora cultural de todo lo mexicano desde los años 50, en una entrevista con este autor (Díes, 2006), recordaba que los Juegos Panamericanos de 1959 que se celebraron en Chicago fueron un importante catalizador para el cultivo de la cultura mexicana en esta ciudad. Los inmigrantes mexicanos se juntaron para recibir a los atletas mexicanos. Un grupo de damas, a las que Ontiveros pertenecía, confeccionó trajes típicos de México para modelarlos en las fiestas y eventos oficiales. Pocos años después, esto dio pie a la formación de una de las primeras compañías de danza folklórica mexicana en la ciudad. En 1964 Ramón Iñiguez (padre de Lorena Iñiguez, actual integrante del grupo Sones de México Ensemble) y Raquel Ontiveros eran algunos de los danzantes que integraban el Ballet Folklórico Mexicano.
Para muchas familias latinas la danza folclórica se convierte en algo importante para conservar las tradiciones de su tierra natal y para mantener unido al núcleo familiar. Henry Roa fue una de las figuras claves en la creación de la Compañía de Danza Folclórica Mexicana en Chicago hace más de 30 años. Su abuela vino de México alrededor de 1918, y él nació en “un vagón de tren” en Joliet, Illinois. Henry explica, “yo no sabía nada de México, nada en absoluto. Yo era como todos los demás, un americano”, hasta que el Hawthorne Heritage and Culture Club de la planta eléctrica Western en donde trabajaba, le pidió que presentara algo en español con su hija para su programa. Esto despertó el interés en su herencia cultural y buscó a un profesor de danza mexicana. Encontró a Ofelia Solano-Guevara, maestra de matemáticas en la preparatoria Benito Juárez del barrio de Pilsen, que bailaba con una compañía local llamada Alma de México dirigida por José Ovalle. Ofelia también organizó un grupo de danza de niñas llamado Nuevo Ideal. Roa ayudó a unir los dos grupos en 1982 para formar The Mexican Folkloric Dance Company of Chicago, que abrió sus puertas a todos: “No hay audiciones. Las personas saben de nosotros a través de otros o del directorio telefónico. A nadie se le rechaza. Muchos comienzan a los 6 años de edad. La mayoría son mexicanos, la mitad nacidos en Chicago y la otra mitad son inmigrantes y vienen de todas partes de la ciudad”.

Durante los años 60, Mario Dovalina un empresario que mas tarde fundaría la cadena de restaurantes Pepe’s, y la Hacienda del Sol –restaurante localizado en el 1945 N Sedgwick–, fueron grandes promotores de grupos mexicanos en Chicago. Grupos famosos de bolero romántico como Los Tres Caballeros y Trio Los Ases pasaron varias temporadas largas en Chicago haciendo residencias musicales para amenizar al público durante esta época (comunicación personal del autor con Chamín Correa y Gustavo López).

En los años 70 comenzó a crecer la comunidad mexicana con algunos exiliados políticos de las revueltas estudiantiles, entre ellos Carlos Arango, quien mas tarde se convertiría en un líder comunitario en esta ciudad y promotor de arte y cultura a través de su dirección en La Casa Aztlán desde de los años 80. Uno de los notables músicos mexicanos de esta época fue Beto Laguna, guitarrista y arpista veracruzano, ex-integrante de Trio Aguilillas en México y del Trio Añoranza en Chicago. Tanto él como Jorge Jasso, del Trio Los Duques, fueron pioneros del son jarocho en Chicago. En los años 80 y 90, la Old Town School of Folk Music y su Festival Anual de Música Latina trajo también por primera vez a Chicago a grupos de folclor mexicano como el Grupo Mono Blanco, Grupo Jaranero, Los Folkloristas, Amparo Ochoa, Zazhil, Oscar Chávez, Armonía Huasteca y varios mas. Quien esto escribe trabajó para esta institución por 13 años llevando a cabo esta labor de promoción cultural hasta el 2005.

En 1993, Marta Ayala, quien entonces trabajaba para la organización educativa Urban Gateways, tramitó el contrato y trajo a Chicago a dos artistas seminales en el desarrollo del folklor mexicano en Chicago: Víctor Pichardo, del grupo Zazhil, y Roberto Ferreyra, pintor y capitán de concheros. Pichardo fundó el grupo Sones de México Ensemble junto con este autor y otros tres músicos fundadores. Pichardo también comenzó a dar clases de música mexicana en la escuela secundaria Benito Juárez creando una generación de músicos que ahora son líderes culturales de esta comunidad. Sones de México Ensemble abrió un nuevo mercado para la música mexicana en Chicago a principios de los años 90 tocando música tradicional proveniente de diferentes regiones de México y se convertiría en el principal exponente de música de son en esta ciudad hasta la actualidad. En una entrevista Pichardo explica:
El son es un nombre genérico para un estilo de música. Podemos encontrarlo en todo México, en diferentes regiones—son planeco, son jarocho, son de Tierra Caliente. Sones de México trata de representar a cada región. Cuando tocamos son jarocho, tocamos el arpa, la jarana, y el requinto; tocamos huapango [huasteco] con el violín y la guitarra quinta huapanguera, y tocamos norteño con el acordeón y el bajo sexto. También tocamos el saxofón, clarinete y trompeta, en los estilos de banda mas istmeños, yucatecos o caribeños.

Algunos estudiantes notables de Víctor Pichardo, egresados de la secundaria Benito Juárez, se han convertido en destacados artistas y promotores de la música mexicana en Chicago, entre ellos Jaime Garza (Son del Viento, Dos Santos Anti-beat Orquesta), Renato Cerón (A Flor de Piel), Rudy Piñon (varios mariachis y actualmente Sones de México Ensemble) y Simplicio Román (Grupo Ansiedad). Algunos de los ex-miembros de Sones de México Ensemble han formado sus propios grupos: Juan Rivera (Los Condenados Huastecos) René Cardoza (asesor de varios grupos de danza), y Raúl Fernández (Joarochicanos, Son del Viento). Raúl, junto con su esposa Gina Gamboa y su hija Maya han sido claves en el fomento al movimiento jaranero y los fandangos en Chicago a partir del año 2004. Dos hijos de Víctor Pichardo, Yahví (Los Pichardo) y Zacbé (Guapachosos y Sones de México Ensemble) se han destacado en la práctica y promoción del son mexicano en esta ciudad.

Por su parte, Roberto Ferreyra trajo la práctica ritual de la danza conchera a Chicago, acrecentando el grupo de devotos. Mas tarde promovió a grupos locales junto con su hijo Irekani en la Galería Colibrí. Desde mediados de los años 2000, han surgido en Chicago una docena de grupos jarochos, huastecos e híbridos que ahora conforman una vibrante actividad de música tradicional mexicana en Chicago.

En los últimos años han aparecido también varios grupos de danza de chinelos, un grupo p’urhépecha, un Encuentro anual de Jaraneros del Midwest, fandangos y talleres semanales de son jarocho, y por lo menos tres programas de educación de mariachi a nivel escolar (Chicago Mariachi Project, Mariachi Heritage Foundation, y Mariachi Institute of Chicago) que ahora entrenan a cientos de niños que seguramente forjarán el futuro de la música mexicana en Chicago. Además, Sones de México Ensemble está en las fases iniciales de abrir una escuela de música tradicional mexicana en Chicago.
Chicago siempre ha sido un lugar que atrae a músicos por sus oportunidades. Han hecho historia desde los primeros años del siglo XX las grabaciones de jazz y blues eléctrico hasta los reconocidos mundialmente polca, gospel, R&B, techno, house music; y mas recientemente, originario de Chicago, el baile popular mexicano llamado “pasito duranguense,” que llegó a exportarse a México con gran éxito comercial.

Hoy en día. Chicago cuenta con cientos de grupos mexicanos de danza y música incluyendo mas de 30 mariachis, docenas de bandas y conjuntos gruperos para bailar, tríos de bolero, cuartetos norteños, numerosos grupos de danza folclórica asociados con iglesias o familias y decenas de músicos que trabajan en centros nocturnos, restaurantes y peñas que ofrecen música en vivo siete días a la semana.

Debido a que existe tan fuerte presencia e identidad dentro del vecindario, un individuo en Chicago puede permanecer cerca de sus tradiciones – comidas, música, lenguaje, religión y otras costumbres – por toda su vida. Por otra parte, aquellos que se alejan de la relativa familiaridad del vecindario e interactúan con personas provenientes de otras culturas pueden explorar múltiples identidades y aportar a la diversidad de la comunidad. Coya Paz, actriz y fundadora del ya desaparecido Teatro Luna, galardonó estas identidades múltiples en una entrevista: “Nos llegan muchas mezclas, una de las grandes cosas de Chicago… tenemos personas con una fusión de identidades… blaxicana… puertomalteca… En el grupo tuvimos una pinorriqueña, una filipina puertorriqueña, una rusadoreña”.

En donde quiera que te encuentres en los barrios de Chicago te encontrarás con una enriquecedora experiencia multisensorial que puede ser a la vez híbrida o muy localizada y arraigada en las identidades étnicas y regionales que definen a cada segmento de esta diversa comunidad. Dirigiéndose al poniente desde la esquina de la calle 18 y la calle Blue Island llegas al centro del barrio de Pilsen, luego South Lawndale, La Villita, Cicero, Berwyn y mas, y entras a una parte de México (de hecho, a distintas partes de México) que se extiende por varios kilómetros, mantenida por comerciantes mexicanos que abastecen a mas de un millón de mexicanos que viven en el área de Chicago o vienen de fuera a hacer sus compras. Esto y mucho más es lo que ofrece la vibrante comunidad mexicana de Chicago en el crisol cultural de Estados Unidos.

Bibliografía

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Casuso, Jorge and Eduardo Camacho. 1985. Hispanics in Chicago. Chicago: The Reporter and the Center for Community Research and Assistance of the Community Renewal Society.

Díes, Juan. 2006. “Chicago Latino: Culturas Convergentes” 40th Annual Smithsonian Folklife Festival Program Book. Transl. Berenice Sánchez. Pp. 76-85. Washington DC: Smithsonian Institution. (Nota: partes de este artículo fueron anteriormente publicadas aquí).

de Genova, Nicholas. 1998. “Race, Space, and the Reinvention of Latin America in Mexican Chicago.” Latin American Perspectives 25(5), 87-116.

Ganz, Cheryl R. y Margaret Strobel, eds. 2004. Pots of Promise: Mexicans and Pottery at Hull-House, 1920-40. Urbana: University of Illinois Press.

Padilla, Felix M. 1985. Latino Ethnic Consciousness: The Case of Mexican Americans and Puerto Ricans in Chicago. Notre Dame: University of Notre Dame Press.

Padilla, Felix M. 1995. “On the Nature of Latino Ethnicity.” In Historical Themes and Identity: Mestizaje and Labels, ed. Antoinette Sedillo López. Pp. 439-452. New York: Garland Publishing.

Ready, Timothy and Allert Brown-Gort. 2005. The State of Latino Chicago: This is Home Now. Notre Dame: University of Notre Dame, Institute for Latino Studies.


Revista # 2 en formato PDF (v.2.1):

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