Retratos tuxtecos

La Manta y La Raya # 1                                                                       febrero 2016


Deborah Small

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Juan Polito Baxin

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El relato visual de Deborah Small, apenas una pequeña selección de un trabajo mayor que esta fotógrafa preparó para acompañar el trabajo del músico y promotor Andrés Moreno Nájera que se daría a conocer en 2009 en forma de libro bajo el título Presas del encanto. Crónicas de son y fandango (Programa de Desarrrollo Cultural del Sotavento, CONACULTA).

Presas del encanto es una recopilación de relatos que nos hablan de lo bueno de compartir la música, la tarima, la comida, es decir la vida en comunidad. Los instrumentos musicales son, en esta colección de cuentos, el punto de enfoque donde las virtudes de compartir la música dan la batalla contra la envidia, el egoísmo y el individualismo para ganarse a la comunidad y al individuo. Y es precisamente la música, el son y el fandango, el portal de entrada y salida a seres mitológicos a través de los cuales la comunidad conversa consigo misma.

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Andrés Moreno Nájera recibió de los propios músicos estas historias y las transcribió. Sus amigos de San Diego, California, Eduardo García Acosta y Deborah Small las tradujeron al inglés e hicieron el trabajo de diseño editorial. Se planeaba originalmente una publicación bilingüe con un disco con videos (DVD) que financiaría una universidad estadounidense y en donde se pudiera ver tocar a los músicos de las historias y conocer no sólo las vivencias, sino también el entorno y la forma de entender este arte comunitario. Este proyecto sin embargo no se pudo concretar por falta de financiamiento. El Programa de Desarrollo del Sotavento logró publicar el libro sólo en español y sin DVD.

El trabajo de Deborah Small nos pone frente a   personajes inolvidables de la región de Los Tuxtlas, músicos de primera línea que desde su quehacer campesino u ejerciendo otro oficio o profesión le dieron a esta región el renombre musical del cual hoy goza.

https://deborahsmall.wordpress.com

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Carlos Escribano Velasco
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Carlos Escribano Velasco
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Luisa Chibamba Seba
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Domingo Martínez López

PORTAFOLIO COMPLETO > La Manta y La Raya # 1 febrero 2016.


Revista # 1 en formato PDF (v.1.1.5):

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Dijera mi boca de Alvaro Alcántara

La Manta y La Raya # 1                                                                             febrero 2016


Óscar Hernández Beltrán

Texto leído el 14 de agosto de 2015 en la Sala de Usos  Múltiples del Instituto Veracruzano de la Cultura, en  Veracruz, Ver., en el marco del XX Festival Afrocaribeño.

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Buenas tardes: debo iniciar agrade-ciendo al comité organizador del XX Festival Afrocaribeño el haberme invitado a estar con ustedes. Quienes hemos tenido la oportunidad de seguir su produ-cción escrita, sabemos que hay varios Alvaros Alcántara. Uno de ellos es el historiador y pensador riguroso, de sólida formación académica y prosa disciplinada que, como tal, suele ofrecer a los lectores los arduos resultados de sus venturosas inmersiones en textos teóricos y archivos mexicanos y extranjeros, con los que arroja luz sobre aspectos muy precisos del pensamiento y de los aconteceres sucedidos muy antes en nuestras regiones; otro es el Alvaro cronista, observador curioso y notario acucioso de la vida y los hechos de nuestros pueblos, de los que ofrece una mirada risueña y solidaria; otro más sería el ensayista libre y desenfadado, que externa sus opiniones con la absoluta confianza de quien se ha ganado el derecho a echar por adelante sus convicciones, por la simple y sencilla razón de que, en su momento, ha sabido prestar atención respetuosa a los argumentos de los demás. Otro, finalmente, es el Alvaro guapachoso, fiestero, que sabe vivir y convivir con todos, que dedica toda su pasión al canto, al baile y a la charla grata, en minutos festivos que pueden convertirse en horas, o en días completos, si las circunstancias y el avituallamiento disponible lo posibilitan.

Dijera mi boca, el libro que hoy nos reúne, contiene, curiosamente, a todos estos Alvaros, de tal suerte que su lectura semeja un recorrido por la montaña rusa, que nos eleva primero a los laberintos de la con-frontación teórica entre la tradición y la modernidad, con la sutileza que caracteriza a los dialécticos, ya que sostiene que el “antes y el ahora” pueden coexistir sin problemas. Lo interesante de esta posición es que se toma la libertad de afirmar, sin ambages, que no es la modernidad la que incorpora a la tradición, sino que es ésta la que se apropia de aquella, para descrédito de los posmodernistas y estupefacción de los apolo-gistas de la cibernética. Una consecuencia de este proceso no es entonces que los tradicionalistas se modernicen, sino que los modernos vuelvan la mirada hacia lo tradicional, tesis que, me parece, puede comprobarse cada vez que un estudiante de sociología pasa con su jarana al hombro o una diseñadora de interiores se esfuerza en aprender el zapateado.

Luego de una batería de ensayos teóricos sobre el tema de la tradi-ción que se leen muy bien, la montaña rusa de Alvaro Álcántara nos lleva por los meandros de la historia del Sotavento, con la mano firme del historiador acucioso, que habla del color de la burra porque tiene los pelos en la mano. Con diáfana claridad, nos demuestra que

la ganadería sotaventina, con sus ires y venires, con su intenso intercambio de objetos, versos y tonadas, fue el gran propiciador del son jarocho y ha sido, además, el vehículo que hasta la fecha lo sostiene. El son es, simplemente, la forma en la que se divierten los jarochos. El ritual cotidiano que los reúne, los integra en familias y les otorga la dignidad y la alegría a la que todo mundo tiene derecho, lo mismo si vive en la gran urbe, que si habita en una comunidad dispersa y aislada.

En este punto la montaña rusa recala en Tlacotalpan. Todos sabemos que la vida en la Perla del Papaloapan transcurre sin sobresaltos. Cuesta trabajo imaginar, por ello, la intensidad con la que allí se discutió, y se discuten todavía, la vida y la muerte del movimiento jaranero. Como todos los mitos, el del movimiento jaranero no tiene un lugar de origen preciso, ni unos padres plenamente aceptados; lo que es seguro es que apeló a las convicciones de muchas mentes progresistas, despertó adhesiones entusiastas y, hasta la fecha, es motivo de intensos debates. Dijera mi boca podría considerarse, en este contexto, el testimonio de uno de sus actores más lúcidos y entusiastas, quien hace primero una crónica de los días aquellos en que la Fiesta de La Candelaria se presentaba ante los iniciados como un hechizo y refiere después una sincera preocupación ante la degra-dación sufrida por el Encuentro de Jaraneros. No se trata de un lamento por el son jarocho que actualmente se toca en Plaza Doña Marta, sino, más bien, por el son que allí mismo ha dejado de tocarse y que, de unos años a la fecha, se ha refugiado en los fandangos de barrio lo que, bien mirado, digo yo, podría considerarse como otro triunfo de la tradición sobre la modernidad.

En este tramo, Alvaro recorre diversos puntos de la geografía sota-ventina para rendir homenaje, lo mismo a grandes personajes del son jarocho, como Zenén Zeferino o Esteban Utrera, que a la gente anónima de las comunidades, que asiste a los fandangos, no porque quiera ser parte de la tradición sino, simple y sencillamente, porque quiere divertirse. Debe destacarse, de lo referido por Alvaro en estas semblanzas, la apertura de la gente jarocha ante los visitantes y curiosos, a los que albergan con generosidad y alegría, mostrando con sencillez que la tolerancia no es una prenda rara, sino que los raros somos quienes ante ella nos sorprendemos.

El último tramo del libro es un catálogo de los sentimientos solidarios de Alvaro Alcántara, quien siempre está dispuesto a brindar apoyo a la difusión de un disco o la publicación de un libro, con textos no exentos de algunos toques de crítica. La suma de estos escritos lo erige, sin duda, en uno de los difusores más reconocidos de los mejores productos del movimiento jaranero; en uno de sus lectores y auditores más reclamados por los actores culturales jarochos. Estoy seguro de que los músicos y los escritores de Sotavento le piden a Alvaro que escriba las notas que acompañan a sus discos o prologan sus libros, no porque esperen un halago desmedido, sino porque confían en que sabrá ayudarlos a encontrar el lugar que su obra ocupa en el devenir de la cultura jaranera.

Estoy convencido de la buena ventura de Dijera mi boca. Estoy segu-ro que circulará de mano en mano entre los ciudadanos de la Repú-blica Jarocha, no porque sea un libro complaciente con el son y sus personeros, sino porque muchos de sus lectores encontrarán en él los efluvios líricos que su sensibilidad andaba acechando, los datos exactos que su investigación demanda o los relatos que empaten con sus añoranzas. Tantas veces Pedro, escribió Alfredo Bryce Echenique; tantas veces Alvaro podemos decir ahora ante Dijera mi boca, un compendio de lo jarocho que se puede empezar a leer desde cual-quiera de sus partes y es posible recorrer morosamente, porque semeja una charla en el bar “Los Amigos”, una travesía en lancha y, por qué no, un paseo por la montaña rusa.


Revista # 1 en formato PDF (v.1.1.5):

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Ríos de son… el otro Tlacotalpan

La Manta y La Raya # 1                                                                             febrero 2016


RÍOS DE SON  El otro Tlacotalpan… más allá de las Fiestas de la Candelaria

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Foto: Salvador Flores Gastambide
 

 

 

 

 

 

 

 

Rafael de Jesús Vázquez Marcelo

Tlacotalpan, Veracruz, Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1998 (gracias a la labor de personajes como el Arq. Humberto Aguirre Tinoco), goza de fama internacional por sus destacadas fiestas en honor a La Virgen de la Candelaria, Patrona de la ciudad; festividad que se engalana con grandes eventos como la cabalgata, el polémico embalse de toros, el paseo de la Virgen de La Candelaria por el río, asemejando la tradición prehispánica local de sumergir a la diosa Chalchihuitl, esculpida en esmeralda y a quien adoraban los habitantes de la zona, y el ahora internacional Encuentro de Jarane-ros y Decimistas. Si bien es sumamente notable la gran difusión y expansión del son jarocho en medios de información, festivales, publicaciones impresas y audiovisuales y ni decir fonográficas, tam-bién es notable la gran afluencia de músicos a este Encuentro de Jaraneros, que como el primer encuentro en este género creado en 1979 por destacados tlacotalpeños (iniciado como un concurso de música de Agustín Lara), y el valioso apoyo de Radio Educación, fortaleció el impulso del llamado movimiento jaranero, movimiento que actualmente tiene presencia en gran parte del territorio nacional y en muchos países.

Tres días interminables de fandangos, música, poesía y baile en la tarima, que teniendo como marco la majestuosa arquitectura Tlacotalpeña del siglo XIX, convierten al pueblo en un mosaico musical al que algunos ubican como un santuario del son jarocho. Sin embargo el son en Tlacotalpan es más allá que tres días de fandangos, de reflectores y conciertos; este pueblo ha trazado una línea importante en la tradición jarocha, desde don Pedro Alfonso Vidaña y su familia, en donde destaca el notable arpista Andrés Alfonso Vergara, el Conjunto Tlacotalpan de Andrés “Bizcola”, Cirilo Promotor (ahora Premio Nacional de las Ciencias y las Artes) y el panderista Evaristo “Varo” Silva; don Guillermo Cházaro Lagos “El Diablo”, doña Elena Ramírez, el grupo Siquisirí, Estanzuela, hasta las decenas de jóvenes que actualmente toman como bandera el son jarocho, que no solo resuena a principios del mes de febrero, sino a lo largo de todo el año, la ciudad se enviste de fandangos y música jarocha por músicos locales.

Tal pareciera que todo acontece en la cabecera municipal; pero el municipio de Tlacotalpan cuenta con 147 comunidades rurales; el otro Tlacotalpan, rural, campesino, ganadero, pesquero, fanático del béisbol, aún mantiene al fandango como un elemento integra-dor comunitario y de cohesión social que sigue vigente en festejos sociales y religiosos, entrelazando a los ranchos vecinos para llevar a cabo algún festejo a través de la música jarocha, pero también de las cumbias, los corridos y las carreras de caballos. Este interés de mostrar y difundir la música rural de la cuenca, fue un elemento principal en los inicios del Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan; en donde los organizadores, embarcados en lanchas pesqueras dirigidos por el Arq. Humberto Aguirre y el Dr. Ricardo Pérez Montfort, recorrían comunidades y rancherías de Tlacotalpan en busca de músicos para que participaran en el concurso y posterior-mente Encuentro de jaraneros. Afortunadamente el gran esfuerzo y trabajo realizado en esos años, no solo queda en el recuerdo de muchos o anécdotas y crónicas, sino que quedó plasmado en las transmisiones en vivo que grababa Radio Educación desde Tlacotalpan y que posteriormente se editaban y se difundían a través de audio cassettes. Estos testimonios sonoros (y visuales también) dieron la oportunidad de iniciar una gran travesía en torno a la música rural de la cuenca del Papaloapan.

En el año 2010, después de la devastadora inundación de Tlacotal-pan, y mientras me encontraba escombrando y limpiando el lodo en la casa de mi madre, en donde el agua llegó al metro y medio de altura, encontré (o más bien reencontré) entre los papeles destrui-dos por el agua, la portada del cassette del Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan Vol. 2 que editó Radio Educación y que solía escuchar cuando adolescente asistía a clases de jarana en la casa de la cultura con don Cirilo Promotor. Por curiosidad lo limpié en la medida que no se destruyera por lo húmedo y pude leer el interior del librillo en donde enlistaban los sones grabados, los grupos participantes y la localidad a la que pertenecían, dentro de la lista de grupos, recuerdo El aguanieves de Arcadio Hidalgo y el grupo Mono Blanco, más abajo pude leer “El Toro Zacamandú” tocado por el grupo Los Casarín, de la localidad de El Marqués y 6 de Enero, Mpio. De Tlacotalpan, integrado por Guadalupe y Candelario Casarín e Hipólito Luna; de hecho la portada de la edición era una foto de don Lupe Casarín con su pequeña guitarra de son. Por más que quise recordar el sonido de dicha grabación no la tenía presente; sin embargo me quedó la espina clavada de escuchar de manera más consiente ahora, la música de un grupo de una ranchería de Tlacotalpan de principios de los años 80 de los cuales no había escuchado presentarse en otro Encuentro de Jaraneros.

Después de un tiempo conseguí el audio y pude escuchar ese Toro Zacamandú, un punteo fuerte y macizo del requinto a un ritmo lige-ramente veloz, unas jaranas que en veces se cruzaban, pero siempre agarraban el ritmo y se amarraban cada vez más y un canto que pro-clamaba identidad: una identidad ranchera…¡Ay nomás nomás… .

De voces curtidas y de golpe sonoro al declarar el verso de este son bravo que dejaba una sensación entreverada de preguntarse cómo era y cómo es el son realmente en la Cuenca del Papaloapan, desde sus raíces, allá en los ranchos.

A partir del día que escuché con atención la grabación mencionada, me avoqué a preguntar y tratar de indagar sobre el paradero de “Los Casarín”, don Cirilo Promotor decía: ¡Esos tocan como el diablo¡ o la expresión del buen “Varo” Silva: ¡Esos sí eran cabrones¡ Tanto comentario en torno a su forma de tocar me llevó a emprender el viaje al rancho de El marqués y El 6 de enero para encontrar a estos músicos que creaban expectación en mi interior; con una grabadora reportera y cuatro pilas, un Volkswagen 90 con llantas de medio uso, emprendimos el camino en la búsqueda de un pasado lejano, sin una metodología clara de investigación, pero eso sí, con dos grandes amigos que además de profesionales en su qué hacer, compartían la inquietud de conocer sobre Los Casarín, tema que ya era presente en cada plática: Salvador Flores, fotógrafo profesional y Cristóbal Torres, músico y profesor de nivel superior en Tlacotalpan; de esta forma llegamos al 6 de enero, ranchería ubicada a la margen del río San Juan, entrando en un brazo de río por Las bodeguillas a una hora en lancha de motor desde Tlacotalpan, o por tierra entrando por Saltabarranca a unos 35 kilómetros, en tiempo aproximado de 45 minutos si es que el camino de terracería se encuentra en buenas condiciones. En el 6 de enero viven familiares de Cristóbal Torres, ellos fueron nuestros primeros informantes, ellos eran Norma Herrera y su esposo Enrique Vidaña; de quienes obtuvimos las siguientes premisas: don Lupe Casarín ya había fallecido, don Cande, de avanzada edad contrajo la enfermedad de Alzheimer, y don Polo Luna, todavía se encontraba en activo, trabajando y una que otra vez, tocando y cantando.

En esa primera visita, gracias a la intervención de Enrique Vidaña, pudimos platicar, tocar y cantar con don Polo Luna, don Polo, músi-co que formaba parte de ese mítico grupo de Los Casarín, razón por la que nos encontrábamos en el rancho en ese momento. Don Polo quien a sus 79 años, cantaba y pulsaba su jarana con fuerza, seguía tocando con frecuencia; su jarana fechada en el año de 1979, cons-truida por don Quirino Montalvo de Lerdo de Tejada. Nos platicaba sobre don Lupe y don Cande, que les gustaba tocar asentado y no con cualquiera; que después de esos primeros Encuentros de Jaraneros de Tlacotalpan dejaron de ir a tocar (sin especificar la razón exacta), sin embargo, seguían realizándose fandangos en El Marqués y el 6 de Enero, principalmente en el mes de diciembre, después de “sacar la parranda” de casa en casa.

En ese primer viaje –porque después asistimos con más frecuencia- la gran sorpresa no fue precisamente escuchar las anécdotas de Los Casarín, lo cual ya era mucho y era lo que buscábamos, sino que fue conocer a Enrique Vidaña “Quique”, de unos 40 años, jugador de beisbol, pescador y gente de trabajo en el campo, y a su cuñado, Orlando Herrera “El güero”, de 48 años aproximadamente; ambos, resultaron ser ese relevo generacional de Los Casarín, ellos apren-dieron con don Lupe y don Cande principalmente (en el caso de Enrique aprendió gran parte sobre el fandango por su padre). Ambos formaron parte de este proceso de aprendizaje por descu-brimiento, tal como de alguna manera lo plantea la psicología cognitiva en los años 60, sólo que en este caso no sólo era el apren-dizaje en ejecución de instrumentos, sino todo el complejo que la tradición fandanguera enmarca. Evidentemente Los Casarín no pretendían enseñar a estos jóvenes de ese entonces, sino que ellos fueron aprendiendo conforme presenciaban los fandangos y parrandas en el rancho; y narran ellos, de una que otra vez que tomaban prestadas las jaranas sin permiso y reproducían las pisadas en los trastes de la jarana, se grababan el sonido de las cuerdas para afinar y de esta forma fueron aprendiendo. Tanto Enrique como Orlando, poseen una gran facilidad para la ejecución de la jarana y el canto; destacando las “formas” de entonar los sones que definitivamente remiten a esa grabación del Encuentro de Jaraneros del Toro Zacamandú con Los Casarín, definitivamente se mantiene un estilo local, aprendido, heredado o desarrollado, pero que conforma un complejo importantísimo en el proceso de transmisión de conocimientos, y más cuando hablamos de una tradición popular tan viva como lo es el fandango.

Por ello, se ha iniciado un proceso formal de investigación, princi-palmente en los procesos de enseñanza por la comunidad. Actual-mente y con los pasos agigantados de la modernidad, el aprendizaje del son jarocho se da en talleres, seminarios e incluso tutoriales en youtube, existen grandes instructores de son jarocho e incluso ins-tituciones conformadas y dedicadas a la enseñanza de este género popular; sin embargo vale la pena excavar un poco más sobre esta enseñanza por “imitación” de la que siempre se habla entre el medio jaranero; esta experiencia –y muchas más en otras regiones seguramente- deja claro que la transmisión del son en los ranchos y comunidades, va más allá de enseñar posturas en el traste de la jarana, rasgueos y métricas; sino que llevan una herencia, una historia, significados intrínsecos de los estilos locales, de pertenen-cia e identidad. Toda la enseñanza que el campo y el río le dan a estos músicos y que afortunadamente procuran transmitir conscientemente a los niños que ahora viven ahí; y los cuales aprenden con tanta facilidad como quien encuentra, desempolva y reconoce una fotografía antigua. Hoy en día existen tres genera-ciones de músicos en estos ranchos, de los cuales se conoce muy poco, pues la última aparición “formal” o pública fue en los años 80, pero estos músicos son quienes de manera constante en su comuni-dad recrean los sones; y quienes de manera constante en el mes de diciembre, amenizan a toda la comunidad con las parrandas y ama-necidas de fandangos, en ranchos entreverados por ríos, rancherías y comunidades que también son Tlacotalpan.

Traigo una mula de venta,
nomás que no está venteada,
traigo sacada la cuenta
y muy bien multiplicada,
que la reata se revienta,
por la parte más delgada


Revista # 1 en formato PDF (v.1.1.5):

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Radio Educación en Tlacotalpan

La Manta y La Raya # 1                                                                             febrero 2016


Radio Educación en Tlacotalpan (1)

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Graciela Ramírez Romero

Artículo completo en formato PDF (v.1.1.5):

Radio Educación, emisora cultural de la Secretaría de Educación Pública, se distinguió a mediados de los años setenta por transmitir música latinoamericana y mexicana que ninguna otra estación tenía incluida en su programación. La migración de latinoamericanos a nuestro país, como resultado de las dictaduras militares, trajo consigo una oleada cultural de música de protesta y música folclórica que reivindicaba el derecho de los pueblos y motivó el interés de los antropólogos por investigar a las comunidades rurales e indígenas. Esto se vio reflejado en programas institucionales que daban salida a estas expresiones a través del INBA, las casas de cultura regionales fomentaban la tradición; el INAH auspiciaba investigaciones y graba-ciones de campo de música regional; Radio Educación y Radio Univer-sidad incluían en su programación música mexicana tradicional.

En este contexto, el llamado movimiento jaranero o el fenómeno de resurgimiento del son jarocho de finales del siglo XX, tiene un punto de partida en el disco “Sones Jarochos”, editado por el INAH a finales de 1976, en donde Arcadio Hidalgo y Antonio García de León presen-tan un Fandanguito que habla de la opresión e injusticia hacia los campesinos.(2) Esta pieza, entre otras, formó parte de la programación habitual de Radio Educación desde dos años antes de que se iniciara el Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan.

Es a finales de 1978 cuando Radio Educación visitó por primera vez la ciudad de Tlacotalpan, con la intención de grabar un homenaje a Agustín Lara organizado por la Casa de la Cultura de ese lugar. A invitación del “Negro” Ojeda, quien participó en la presentación junto con el coro de la Casa de la Cultura y el Conjunto Tlacotalpan, entre otros, Radio Educación tuvo contacto con gente interesada en la pre-servación del son jarocho, como el Arq. Humberto Aguirre Tinoco, director de la Casa de la Cultura durante una larga época. Al mencio-narse que el son estaba siendo relegado y desplazado por la música moderna y que ese lugar era punto de reunión de músicos jarochos durante la fiesta de la Candelaria, se ideó regresar al año siguiente para transmitir por radio un concurso de jaraneros, con el objeto de promover y difundir este género musical.(3)

Los primeros días de febrero de 1979, durante la fiesta de La Cande-laria, se realizó el Primer Concurso Nacional de Jaraneros en el que participaron, entre otros, el Conjunto Tlacotalpan, Antonio García de León y Andrés Alfonso. La organización corrió a cargo de la Casa de la Cultura de Tlacotalpan que gestionó apoyos del municipio de Tlaco-talpan, del INBA y del gobierno del estado de Veracruz. El concurso se transmitió en vivo por Radio Educación.

Aunque el resultado no fue el esperado, el interés continuó y al año siguiente se organizó el Segundo Concurso Nacional de Jaraneros, con el apoyo de las mismas instituciones, además de Fonapas. Por su parte, Radio Educación invitó al INAH y a Culturas Populares a parti-cipar con especialistas que fungieran como jurado. Asistieron Thomas Stanford, Irene Vázquez, Eraclio Zepeda, El “Negro Ojeda” y Antonio Cepeda. Se logró una mejor organización y difusión por medio de vo-lantes, mantas, voceo local y promocionales de radio. Participaron 38 músicos jarochos, lo cual significó un aumento de casi cien por ciento respecto al año anterior. Con los apoyos obtenidos se otorgaron 50 mil pesos a los tres primeros lugares. Nuevamente se transmitió en vivo por Radio Educación.

El siguiente año, 1981, hubo algunos cambios. Considerando la in-conformidad suscitada los años anteriores entre los músicos por la calificación del jurado, se pensó darle un giro al evento, haciendo en lugar de concurso, un Encuentro de Jaraneros, en donde el presu-puesto disponible para los premios se repartiera equitativamente entre todos los músicos a manera de estímulo y apoyo. De esta forma se reconocía lo inadecuado de que los “especialistas” tuvieran que elegir entre los representantes de diferentes regiones, cada cual con su estilo característico e igualmente valioso. Esta nueva modalidad fue bien aceptada por los músicos, que ya sin presiones, tuvieron un clima más propicio para el intercambio de versos y sones. Otro de los cambios consistió en pasar el encuentro de la Plaza Zaragoza, donde competía con el ruido de la feria, a la Plaza de Doña Marta, en donde se encontró un mejor ambiente para su desarrollo.

En la organización del Tercer Encuentro Nacional de Jaraneros y los años siguientes, participaron coordinadamente Humberto Aguirre Tinoco por la Casa de la Cultura de Tlacotalpan y Felipe Oropeza, originario de Jáltipan, Veracruz, por Radio Educación. Se buscó me-jorar las condiciones de organización del Encuentro, se gestionaron recursos con más instituciones, se dio mayor importancia a la promo-ción previa, reforzando con anuncios en las radiodifusoras privadas de la región y buscando personalmente a jaraneros prestigiados que viviendo en lugares apartados, no habían asistido aún al Encuentro. Fue necesario que personal de Radio Educación se desplazara desde dos semanas antes a Tlacotalpan para coordinar y ejecutar estas tareas, conjuntamente con la Casa de la Cultura.

A partir de 1981, Radio Educación consigue ampliar la cobertura de la transmisión con una cadena radiofónica que va creciendo y llega a incluir a emisoras culturales en todo el país e incluso a 8 estaciones comerciales del estado de Veracruz que aceptaron las condiciones de no comercializar el espacio. Participan en estos enlaces Radio Universidad Veracruzana, Radio Universidad de Baja California, Radio Universidad de Sinaloa, Radio Universidad de Tabasco, Radio Universidad de Guanajuato, Radio Universidad de Oaxaca, Radio Universidad de Yucatán, Radio Universidad Michoacana, Radio Universidad de San Luis Potosí, Radio Casa de la Cultura de Aguascalientes, Radio Sonora, Radio Mexiquense, Radio Chiapas de San Cristóbal de las Casas, Radiodifusora del Gobierno del Estado de Jalisco, Radio Aztlán de Tepic Nayarit. Además las radiodifusoras privadas: Radio Poza Rica, Radio Tuxpan, Radio La Voz de Orizaba, Radio Sensación, Radio Felicidad, Radio Eco 103, La Voz Amiga de Cosamaloapan, Radio Mina de Minatitlán. Además, durante estos años, Radio Educación realiza series de programas con reportajes y entrevistas sobre la fiesta de La Candelaria y otros aspectos de la cultura jarocha.

Son años de cosecha en los que el Encuentro de Jaraneros se da a conocer ampliamente logrando atraer al auditorio que va llegando cada vez en mayor proporción a la fiesta de La Candelaria de Tlacotal-pan en busca de los jaraneros. La asistencia de músicos jarochos también aumenta considerablemente y su repertorio se vuelve más variado, hay empeño en llegar con algo nuevo para mostrar, sones de rescate que habían caído en el olvido, sones nuevos y versos que de-mostraban el interés de algunos grupos por el estudio y la preserva-ción de este género musical. Soneros de todas las regiones se daban cita cada año para mostrar su estilo, su destreza, su ingenio. Se reunían los virtuosos y los aprendices, el campesino, el maestro, el pescador o el ranchero, a tocar en su propio estilo el son jarocho.

Después de 1985, hay un menor apoyo institucional para el Encuentro de Jaraneros. Por un lado, Radio Educación no puede continuar asumiendo el costo de los enlaces telefónicos, con lo que la cadena radial se reduce a 7 emisoras. En 1986 no se realiza el Encuentro debido al caos administrativo que vive la Ciudad de México a causa del los sismos y el desconcierto de algunas instancias locales. Ese año, en lugar de transmitir el encuentro como de costumbre, Radio Educación realiza una serie de reportajes sobre la fiesta de La Candelaria. Gracias al apoyo de los interesados el Encuentro se vuelve a hacer en 1987, aunque tiene que desarrollarse en un foro situado en la Plaza Zaragoza en medio de otras presentaciones, lo cual dificulta el desarrollo de la transmisión radiofónica. En 1988 se logra volver a la Plaza Doña Marta.

Para estos años el Encuentro de Jaraneros se ha consolidado dentro de la fiesta de La Candelaria. Tanto los músicos como el público acuden o sintonizan cada año el Encuentro de Jaraneros. Otros Encuentros surgen en diversas localidades del estado y cada vez más grupos comienzan a grabar discos y a realizar giras. En 1988 se editan los 3 primeros discos de la colección “Encuentro de Jaraneros”, discos de acetato de LP enfundados por separado y con un folleto diferente cada uno. La coproducción de los discos la hicieron Radio Educación, el IVEC y Discos Pentagrama. Cada uno de los músicos que intervi-nieron en las grabaciones recibió 9 discos y/o casetes por concepto de regalías adelantadas por interpretación. Otros dos discos de la colección salieron siete años después.

A principios del año 93, el grupo promotor propone la formación de una asociación o patronato que se hiciera cargo de la organización del Encuentro de Jaraneros, el cual fuera integrado de manera amplia, dando participación a los grupos, personas e instituciones intere-sadas. Se inician reuniones para la formación de Amigos del Son A.C. que aunque no se formaliza, logra involucrar a más personas de la localidad en la organización.

Para 1995 los cambios administrativos del nuevo gobierno y de las instancias culturales en el estado cambiaron las condiciones para Radio Educación, que fue conminada a bajarse del foro para ceder su lugar a una emisora comercial a la que las nuevas autoridades cultu-rales en el estado habían comprometido los derechos de la transmi-sión. A partir de ahí Radio Educación se retira del Encuentro durante cuatro años. La organización del Encuentro de Jaraneros queda a cargo del grupo Siquisirí.

En el año 2000 Radio Educación regresa a Tlacotalpan para transmitir nuevamente el Encuentro de Jaraneros, en vivo y en cadena con diez emisoras culturales que reciben su señal a través de Edusat, además de sus frecuencias en amplitud modulada (1060 khz), en onda corta (6185 khz) e Internet (www.radioeducacion.edu.mx).

Una nueva etapa vive el son jarocho. Los grupos han madurado y los jóvenes siguen incorporándose a este genero musical con sus pro-puestas novedosas pero firmemente enraizadas en la tradición sonera. Hoy se habla de un movimiento jaranero y del resurgimiento del son jarocho, el son no es ya el mismo que cuando esto empezó, hace 23 años.

En la memoria sonora de su acervo, Radio Educación guarda la histo-ria de 19 años del Encuentro de Jaraneros, cientos de cintas que son testimonio del desarrollo reciente del son jarocho, material para investigación de múltiples líneas de una rica tradición cultural. La responsabilidad de su conservación compete a esta emisora, que resguarda las grabaciones en bóvedas especiales para su mejor preservación. Radio Educación, como parte de esta historia, tiene un compromiso con los jaraneros y decimistas en la difusión de este proceso cultural, del que es parte desde su fundación.

NOTAS                                                                                                                                    (1) Texto presentado en el Foro “25 años del Encuentro de Jara-neros de Tlacotalpan, Veracruz”, organizado por el Programa de Desarrollo Cultura del Sotavento y la Dirección de Vinculación Regional del CONACULTA. 1 y 2 de febrero, 2004.

(2) La primera edición en formato Disco L.P. es de 1969, Col. INAH SEP, Vol. 6 con el título Sones de Veracruz; en ese disco, El Fandanguito es interpretado por A. García de León como solista. (N. de Edit.)

(3) El lector encontrará en el número cero de esta revista un texto de Honorio Robledo y Javier Amaro (Reflexiones sobre el Encuen-tro de Jaraneros) que recupera la opinión del Arq. Humberto Aguirre Tinoco sobre el inicio del citado Encuentro. (N. de Edit.)


Revista # 1 en formato PDF (v.1.1.5):

mantarraya 2

 

23 de junio de 2013… víspera de San Juan.

La Manta y La Raya # 1                                                                             febrero 2016


23 de junio de 2013. San Juan Bautista, Tuxtepec, Oaxaca, sotavento mejicano, víspera de San Juan.

C
Foto: Héctor Aguilera Lira

San Juan te sirve de guía
y por eso tus jinetas
llevan flores y peinetas
que suspiran y que cantan
cuando airosas se levantan
las coplas de los poetas.

José Samuel Aguilera Vázquez

00:00 La mano de una mujer ha dado la última puntada. Varias agujas, muchos alfileres y algunos carretes de hilo yacen a lo largo de una mesa. Hace tres años se enredaban las muchachas a la hora de montar porque no alcanzaba el vuelo. Hace dos fue necesario recurrir a los velos vaporosos, a la blancura de las crinolinas, al jaspe de los tafetanes, pero como quiera se enredaban las espuelas en la gasa. Hoy no ha sido necesario. Fuyotrujano dijo que catorce cuchillas eran el número justo para tapar del anca hasta la cruz dejando libres los estribos. Ellas escogieron la tela y los colores. Edith les ajustó los trazos y cortó los pliegues. Ocho varas de olanes. Las Tuxtepecanas han encontrado la falda que le ajusta al trote de un caballo.

5:00 Los vaqueros beben café caliente. El trópico húmedo se despierta en medio de la neblina. Llueve ligero. Los corrales están listos para recibir a los primeros caballos que serán bañados, acicalados, alaciados de la crin y de la cola. Sillas, sogas, ronderillos, jáquimas, bozales, cabezadas, almartingones, cinchas, cujas, riendas, estribos, pechopretales y arciones han sido revisados desde ayer y descansan en los percheros. Los últimos gallos del alba anuncian que es domingo, víspera de San Juan.

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8:00 Van tres horas de trabajo y apenas se empiezan a ensillar los primeros coloraos. En la cocina están listos los desayunos. En la sala de la casa las mantillas, refajos, faldas, blusas, flores, y zapatos descansan sobre el respaldo de los butaques. Las guayaberas lucen blancas y los pañuelos rojos. Estandartes, lanzas y pendones amanecieron de pie con sus arabescos y listones amarillos, blancos y carmín. Las yeguas amamantan a los potrillos y el cielo comienza a levantar las nubes, como una mujer que se recoge el cabello frente al espejo. Edith y Fuyo se truenan los dedos. Hoy mismo se sabrá si el corte de las faldas encaja o no sobre la montura.

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10:00 La casa de Franciscolira es una colmena que se engalana con mujeres. En la sala esperan con nerviosismo a que se inicie el paseo. Algunas niñas están tristes porque sienten que no van a alcanzar montura. Llega la caballada y un suspiro de consuelo cruza por el aire. Algunos remolques traen caballos de Tierra Blanca, Loma Bonita, Tlacojalpan y Tuxtilla. El resto llega montado desde Agua fría, Santa Teresa, Zacate, Mataécaña, San Bartolo y muchos pueblos de los alrededores. Los que tienen recursos traen apalooshas, palominos, cuarto de milla, pura sangre, aztecas y árabes. Los que no tenemos, venimos en caballo criollo, cuarterón y despedrigrao. Sabemos que estamos en periodo electoral y que algunos políticos anunciaron su presencia. Afortunadamente campeó la cordura y sólo estuvieron los que siempre están.
–Ya arriba de un caballo todos somos iguales– dice el viejo Miguel.

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11:00 Inicia el paseo de pendones. Al frente marcha Silvino. Elegante y propio lleva el pendón principal con gallardía y, a la vez, como uno más entre sus pares. En esta ocasión la camioneta de Tránsito abre paso llevando a las doncellas de San Juan y la música del recorrido. En el primer escuadrón cabalgan las cuenqueñas elegantísimas y sobrias, con el cabello suelto y la flor sobre la sien flanqueadas por un lancero y un pendonero. Los estandartes flamean en el cielo azul con las leyendas que los distinguen: Sotavento mexicano, Cofradía de Bailadoras de San Juan. Jaraneros de Tuxtepec Oaxaca, Versadores y cantadoras, Casa de la Décima. El contingente se engalana con la presencia de la Diosa Centeotl mostrando la cepa que la distingue como jarocha. Un mar de faldas abandera el aire y los cascos suenan metálicos sobre el pavimento.

Al pasar frente a la catedral se descubren la cabeza para recibir a los demás pendones que va entregando el padre Juan. Los tres primeros pendones se suman ordenadamente al encabezamiento. Los tres restantes, se entregan a los siguientes escuadrones. El blanco de las camisas de los primeros escuadrones se agiganta con los pañuelos que llevan al cuello los jinetes. No todos quisieron o pudieron – solo Dios lo sabe – venir vestidos para la ocasión de la fiesta de San Juan, para ellos hay un espacio también en esta fiesta elegante que congrega a todos los cuenqueños.

13:00 Los jinetes han paseado los pendones por las calles de la ciudad ante las miradas de asombro de los tuxtepecanos que ven recobrada su fiesta antigua. Hoy no hubo gritos ni controversias sobre Veracruz y Oaxaca porque se escucharan los ¡Viva San Juan! a lo largo de las calles. La música también cumple su papel aglutinador: jarabes de guerrero, congas caribeñas, aires de tierra caliente, sones huastecos, guapango de tierra caliente y sones jarochos se dieron un abrazo festivo. El San Juan Bautista dio su canto hermanador junto a una Bamba entonada con música de viento. Algo nos dice que la negritud cimarrona sigue vigente en este pueblo de morenos, blancos y chocolates. Al llegar a la catedral, Silvino llama a todos los pendoneros; atrás de ellos se colocan las mujeres que llevan los estandartes y enseguida los varones que portan lanza. Uno a uno son bendecidos por el padre Juan en un gesto fraterno y comunitario que refresca la memoria colectiva. Héctoralí recibe el agua en su rostro de niño. Tiene seis años y junto a su abuela paterna ha recorrido hoy a caballo la tierra de sus bisabuelos, esos mismos que llenaron la Cuenca entera de cantos y vaquería. Dieguitorodríguez todavía no habla y también como Héctoralí paseó sus pendones a caballo en medio de los brazos de su padre.

15:00 Es hora de comer. El padre Juan bendice los alimentos y con ello se le da ese giro solemne y espiritual que tanto se ha perdido. Hay comida en abundancia por parte de la madrina y la bebida corre generosamente por parte del padrino. Botellones de refresco dan colorido a las mesas junto al agua de limón que reparten las cuenqueñas. Es que hubo personas generosas que ayudaron a la fiesta.
–No digas mi nombre– le dijeron a Doña Edith.

La mamá de Mariela da vueltas como un trompo acarreando garrafones, azúcar, y el jugo de limones que exprimieron Carina y Lety. Adentro es un frenesí de hombres y mujeres con charolas repartiendo barbacoa de res. También hay un estrado con música. El anfitrión está contento y se regala cantando una canción ranchera. Enseguida viene la primera versada y se amarra el primer contrapunteo de la tarde entre Johan López y el negro Pulido. El segundo contrapunteo se lleva entre la Diosa y su hermano Daniel Acosta, que dan una muestra de buena improvisación. Entre contrapunteos suena la música de moda dejando un contraste que gusta a muchos. Finalmente David Méndez aguanta a pie firme un ataque mortal de Caribe, en el último contrapunteo de la tarde. Un topetón de gallos levanta sorpresas y la fiesta se queda bailando corridos, pasos dobles , cumbias y charangas. Nos abrazamos prometiendo volver al año siguiente en este paseo de pendones que anuncia el nacimiento de San Juan, la fiesta criolla de todos los cuenqueños.

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20:00 Ante la insistencia de un público que vino a verlos y a oírlos Los Utrera gratifican a los presentes con dos o tres sones muy sentidos. Enseguida Tapacamino obsequia un son dedicado a San Juan. El corrido de la mulata Rosa Bobailla lleva gusto también.

De pronto se apagan los micrófonos y la gente en un enjambre de voces se dirige al lugar donde los Soneros del Papaloapan harán el Floreo de Tarima que dará inicio al Fandango. Los poetas y las madrinas orientan la fiesta con sus ramos de flores, décimas y giros bajo el signo de las justicias y el amparo del Siquisirí. No se puede pasar de un lado a otro. El quiosco está lleno de gente, lo mismo que las bancas, los arriates y los escalones. Las parejas se disputan la tarima llena de flores. Caribe y El Brujo de Catemaco se trenzan en un contrapunteo lúdico y a ras de tierra que pone a los presentes al borde del asombro. Durante la noche se darán algunos combates poéticos más y los sones de tarima sonarán hasta las doce de la noche, hora en que todos los presentes le llevan mañanitas a San Juan.Hay agua de limón en vitroleros y la comunidad está vigilante que nadie se quede sin tomar un vaso de agua y que no se tire la basura.

12:00  Desde el 2008 no se entraba al templo. De nueva cuenta los tuxtepecanos entran cantando llenos de fe y de esperanza. No es la fe ciega ni dormida, sino aquella que sabe el camino que debe recorrer. El templo sigue de pie como un milagro, como una iluminación en el corazón de los que cargarán el peso histórico de derribarlo o de conservarlo. En el interior, San Juan ocupa el sitial que le corresponde como santo patrono y a su persona se dirige el canto interrumpido a veces para decir una copla o una décima. Es un canto por construir, un legado interrumpido cuya memoria quedó extraviada. Por eso a ratos cabecea y en el corcoveo pierde la distancia. La comunidad ha practicado con anticipación sus mañanitas pero no logra todavía encajar con los que van llegando. No es La Manta, sino Las Mañanitas con manta. De todos modos San Juan agradece la ofrenda con un gesto luminoso.

De allí saldrían al atrio a seguir la velada. La madrina de las fiestas patronales y su esposo se hacen presentes con una caja de tortas deliciosas que amablemente ofrecen a nuestros visitantes para la cena del día. También han aportado las flores que ornamentan el sitial del profeta. Los feligreses contribuyen a la cena con un guiso de carne en adobo que ha preparado el negro Pulido. Benjamín Chicuéllar se mantiene sereno y amable en su labor de centinela activo. Ya no es la víspera sino la noche misma. Hemos cruzado el puente de lo divino y estamos de vuelta en lo terreno. Este mar de pasiones humanas que se nos regala como una prueba de que la fiesta santifica y enaltece. Una versada larga tiende su manto. Los versos de los poetas van y vienen por los laberintos de los oídos atentos. No es el foro, ni el escenario; son las tres de la mañana en el atrio antiguo de un templo fundado por dominicos, espacio de bodas, sepelios, trincheras y refugio frente a los excesos acuosos. El Negro Pulido pesa dos kilos menos de los que pesaba al amanecer. Ni modo pa´ que se mete de anfitrión.

24 de junio de 2013. lunes.
14:00 Esta ciudad que nos toca es un ramillete de flores, un arroyo de muchas aguas, un manantial inagotable que mana desde el pasado para volverse presente renovado. Una juventud que busca su propio camino.

14:30 La calenda corre por las calles con su traje de fiesta. Cruces de caminos en que San Juan es paseado en andas por los cuenqueños. Ramos de flores hermosas para El Bautista. Un sol que abrasa y que abraza, pero que no mengua la fe de los tuxtepecanos para el señor del agua.

17:00 Todo es nerviosismo y prisa. Laurencio cose la banda que convertirá en moño al bailar La Bamba frente al patrono. Las niñas se pisan entre ellas con la prisa. Las madres se desesperan, las madrinas no encuentran los ramos de flores y algunas sienten temor de que se les olviden los versos a la hora de la hora. Hoy es el día de las salutaciones. La procesión está retrasada y ha salido del atrio con el patrono en andas. Seis varones ataviados a la usanza criolla lo elevan por el aire tuxtepecano y lo llevan paso a paso de paseo. Las autoridades eclesiásticas encabezan la solemne marcha, seguidos de los feligreses que gritan vivas a San Juan. Los pañuelos rojos le dan una vivacidad a la marcha y recuerdan el martirio de Juan, aun cuando lo que hoy celebramos no es su muerte sino su nacimiento. Es lunes, día de San Juan Bautista, Santo patrono de Tuxtepec Oaxaca. Luna llena y cielo nuboso.

18:30 Llega al atrio el señor Obispo acompañado de sus párrocos, encabezado por San Juan y seguido por una feligresía deseosa de sentarse. Algunas sillas están ya ocupadas. A la entrada de un pasillo amplio reposa la tarima ornada con gladiolas blanca y rojas. Cuando los prelados toman asiento varios jóvenes levan en andas la tarima donde, en una silla posa la segunda doncella, justo atrás de la primera. Ya en el aire las doncellas, el grupo avanza un poco con la doncella principal de pie y seguidos de los músicos tradicionales de la Cuenca del Papaloapan entonando El Pájaro Cú. Los presentes desgarran un alarido de júbilo coronado por aplausos que llenan el recinto. Ahora la descienden y al son de Justicias es ataviada ceremonialmente por la Cofradía de Bailadoras de San Juan.

Eres flor que lleva ya la corona arrebolada.
Mi humilde mano te da esta falda enrejillada.

18:40 Ahora desciende la doncella al piso y acompañada de las doncellas de los años pretéritos, zapatea El Siquisirí:
– Nos tocaba bailar con ella– dice una mujer en señal de protesta.
– Debe bailar con toda la cofradía– dicen otras.

Y es que la costumbre marca que debe la doncella bailar con todas las bailadoras mayores porque ello significa que a la recién llegada se le acepta como parte de la comunidad. Toro pasado. Enseguida los músicos, ya en el micrófono, entonan el San Juan Bautista. Son “Los Alebrijes” que con buena voz van desgranando la letra:

Le ruego al señor San Juan de nuestra ciudad patrono,
vea las siembras cómo están de aquí hasta Playa de mono.
Las cosechas no se dan por falta de agua y abono.

El canto sigue su marcha en medio del sopor vespertino. Un pájaro se posa en la torre y mira rumbo al río. El señor Obispo, por instantes, se nota emocionado, mientras dos párrocos llevan el compás de la música efusiva, pero discretamente con los pies. Al frente a la derecha de las filas de feligreses se ve un pequeño grupo de mujeres tuxtepecanas en huipil. El encarnado atuendo, bello por sí mismo, parece ligeramente fuera de lugar en medio de los blancos y rojos, propios de la celebración sanjuanera.

Toca el turno ahora a tres cantores a lo divino que en décima espinela dan salutaciones al patrono, cada cual a su estilo y personalidad: Jorgegabriel, Luisantonio y Marcoslindo. Nury, parece una rosa blanca y carmín. Es como si Angelita hubiese venido a la celebración para vivir la fiesta a través de sus ojos.
Es ahora La Bamba la que suena en el tablado, éste que al finalizar desgaja una ovación tremenda cuando la pareja muestra a los presentes que sí pudieron hacer el nudo con los pies para colocarlo ahora a las planta de San Juan, como se venía estilando antes de que nos levantara el sombrero la inundación del 44.

– La Bamba no es veracruzana ni oaxaqueña sino negra, india y blanca, pero no por separado sino todo junto.– expresa don Julián, un viejo poblador del Barrio Abajo.
La Bamba, esta pieza musical que se bailó en estas tierras multirraciales desde el siglo XIX y se sigue bailando sin temor alguno hasta la fecha.

Deja que te cante con mi voz de niña
una serenata de caña y de abriles
para la bandera que va en los huipiles
donde se retrata la flor de la piña.
Deja que del rio, fraterna te ciña
con el trino viejo de arpa y de jarana
una serenatas para tu ventana
con andar moreno de inquietos anhelos
la bamba querida de los bisabuelos
¡tan india, tan negra, tan tuxtepecana!

Con el último tañido de las cuerdas concluyen las salutaciones. Los participantes esperan la bendición de costumbre, el consuelo a su andar de peregrinos anuales, como se ha hecho en los dos años anteriores. No hay palabras para ellos este año, solo el silencio de los prelados que reina sobre el atrio. Desde abajo, observamos atentos y respiramos el bochorno de la noche pidiéndole a San Juan que nos descifre los signos. Un pájaro canta. Sabemos entonces que es momento de guardar silencio.

19:00 Antes, durante y después de las salutaciones alguien introdujo y repartió folletos que dicen “Origen de las fiestas de San Juan Bautista en Tuxtepec , Oaxaca”. Todo parece de buen gusto, pues se trata de una entrevista de Felipe Matías – apasionado amante de esta tradición festiva – sin embargo, pronto aparece el Caballo de Troya pues adentro del folleto un candidato piragüeño oportunista, ha permeado su propaganda electoral. En color turquesa aparecen sus diez puntos de gobierno en los que, por cierto, se nota la ausencia del desarrollo cultural y espiritual del pueblo cuyos destinos quiere domeñar.

– Triste manera de enlodar la imagen de Lipe que nunca se enredó en política– dice una señora entrada en años.
– ¿Quién sería…?– pregunta Toño.
– ¡Sepa la bola!– comenta una maestra.
– ¡Yo sí sé quién es!– expresa un niño de siete años. Todos callamos para escuchar las campanuelas que anuncian la misa de rigor.

20:00 Como pocas veces, el fandango está de reventar. Y es que no se trata de un fandango de viejitos, ni de adultos, sino de un fandango juvenil e infantil. Docenas de niños van de un lado a otro, rebullen , se giran y se entusiasman.

Antes de abrir el fandango se presenta Flor de nardo, enseguida, Los enanos, después Los niños de Los Tuxtlas y finalmente Los alebrijes. Ahora pasan al Floreo de tarima e invitan a los improvisadores. Las pequeñas madrinas zapatean y de allí en adelante, un remolino de cantes arrastra al corrental de pasos y tañeres. Durante seis horas febriles y fabriles, los niños y jovencitos de ambos sexos aprenden a conocerse por el timbre de la voz, por el sesgo del verso, por el golpe del talón o por el giro de la falda. La doncellita brilla como una estrella en medio de ese tramadal festivo. Los adultos apoyan en lo que pueden: Fuyo trae la jamaica, Carina y Edith organizan la mesa. El Papá de la doncellita, el papá de Kevin, el esposo de Magda, El papá de Vale, el papá de Diego, se cooperan para la cena. La mamá de Mariela, otros padres de familia y muchos jóvenes ayudan con jarras, vasos, platos, mesas y sillas para cenar en grupo. Corren los tacos de mano en mano y la jarana descansa por un rato. Rocío, Miguel y muchos otros ayudan para la gasolina de los que nos visitan. Chepe manda azúcar y agua; Una mujer presta sillas y mesas; Silvino pone los platos. Don Ray presta su tarima. Una mujer obsequia los ramos de flores; otra más sostiene el pendón de San Juan frente al fandango y entre todos recogemos la basura. Ya casi a gatas bailamos el son de La Iguana y, finalmente, de alegría, todos cantamos.

–A estos chamacos hay que correrlos, porque si no amanecen– dice una mujer.
–Correrlos pero volverlos a invitar– le dice otra.

2:00 El padre Juan se asoma a despedirnos. Una mujer hermosa se le cruza por los ojos. Son las dos de la mañana, mi hijo está impro-visando versos. Somos corazón que late bajo de esta luna llena. 24 de junio, noche de San Juan.

EPÍLOGO
La ritualidad de las salutaciones, el paseo de pendones y los fandan-gos con floreo de tarima se abren camino poco a poco. El obispado de Tuxtepec, voluntariamente o no, favorece esta expresión, brindando los espacios rituales o, mejor dicho, reconociendo una cultura viva que reivindica tales espacios como herencia de sus ancestros. En este 2013 la gestión eclesiástica y la acción comunitaria favorecieron, una vez más, la presencia de los fandangos. La participación gubernamen-tal fue, inicialmente entusiasta y seria, pero como siempre, al final de los vaivenes políticos se volvió marginal y hasta apática. Salvo raras excepciones, los medios de comunicación se mantuvieron indiferentes a la fiesta.

Asociaciones culturales como El flamenco , La Cuenca Vive, Casa de la décima cimarrona y La tallera colectiva aportaron sin protagonismo alguno, su granito de arena. La sociedad civil y los padres de familia también se mostraron muy colaborativos. Esta ocasión, la madrina de las fiestas patronales nombrada por la iglesia, se mantuvo reacia a la participación laica y todo parece indicar que se endurecerá esta línea para el próximo año. Sería muy sano para todos que se consense el nombramiento de un padrinazgo o de una teneduría civil más amplia que trabaje coordinadamente.

Indudablemente que la columna vertebral de la fiesta patronal de San Juan Bautista seguirá siendo el paseo de pendones y las salutaciones. Pero también es cierto que en torno a ello se van integrando otras expresiones culturales que, por un lado, reconstruyen y actualizan el patrimonio cultural festivo propio de los cuenqueños (mojigangas, paloencebao, cocina, indumentaria, literatura oral etc.) y, por la otra, incorporan nuevos elementos como los Encuentros de poetas, narradores, cantante y danzantes.

Parece que la fiesta de San Juan va permitiendo poco a poco reconstruir y potencializar el entramado cultural de esta tierra tuxtepecana tan fértil y pródiga en imaginarios individuales y colectivos.

A

Foto: Héctor Aguilera Lira


Revista # 1 en formato PDF (v.1.1.5):

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